28.000 puñaladas - Marea



Existen mil maneras diferentes de contar una historia. Puede que tu estilo sea intentar encontrar la belleza más pura escondida entre las grietas de la experiencia humana; puede que sea tan directa como un tiro y busques herir al receptor, puede que creas que lo mejor es recrear metáforas abstractas para así dar sentido al sinsentido de la vida. O puede, simplemente, que seas como Kutxi Romero.

Y es que si algo caracteriza a Marea por encima de todo son sus letras. Sí, son buenos músicos (no excepcionales, pero cumplen), hacen buenas melodías y utilizan bien las herramientas de lo que se ha venido a llamar rock urbano desde que aquellos lejanos Leño inventaran un género tan español. Pero sin las letras estarían a la misma altura de otro buen grupo de este género, como pudo haber sido La Fuga. La lírica de las canciones y la rocosa voz de Kutxi son las que impulsan a Marea a dar un salto cualitativo y poder jugar entre los más grandes.

Corría el año 2004 y yo era un pequeño adolescente que poco sabía de música o de lo que debía buscar entre el amasijo de géneros. Para que comprendáis mis comienzos en esta pasión que nunca me ha abandonado desde entonces, os puedo decir que algunos de mis primeros discos fueron el IV de Led Zeppelin y el disco de los 40 Principales. No tenía un gran criterio por aquel entonces y sólo quería descubrir. También debéis entender que en ese momento yo ni siquiera tenía Internet, por lo que mi acceso a música era bastante limitado y los discos que tenía acababan por pedir la jubilación anticipada debido a mi excesiva demanda. Era la época en la que examinaba hasta el último rincón de mis nuevas adquisiciones, el momento en el que me puse a traducir (¡con mi inglés shakesperiano de los catorce años!) Stairway to Heaven para intentar descifrar su significado, hasta aquel que decían que tenía al poner la canción al revés. Era la época de la inocencia, de la exploración. La época que determina los discos de tu vida para siempre.

Empecé a escuchar y a ver que un grupo sin publicidad ni promoción radiofónica alguna se había colocado en el puesto número 3 de ventas de España al sacar su último disco. Me pareció tan impresionante que empecé a investigar lo que pude sobre ese grupo. Sólo pude sacar dos cosas: el grupo se llamaba Marea y el disco 28.000 puñaladas. Poco después pude escuchar una de sus canciones en un canal dedicado exclusivamente a videoclips (el desaparecido Xtv. Y no, no es lo que parece). Como ya os he dicho, las cosas no eran tan fáciles como ahora y para hacerme con canciones que me gustaban me tiraba horas delante de la televisión viendo ese canal y con el mando del vídeo preparado para grabar en cuanto sonara LA canción. En uno de esos momentos sonó La Rueca.

Tras esto me decidí a comprar el disco. Allí estaba, con la portada de Ramone en el stand de los más vendidos. Mi edición, en digibook, portaba el disco, un DVD con material inédito y extras, así como el libreto con las letras y dedicatorias de lo más extrañas. Llegué a casa y me puse la canción que ya me gustaba, la única que había escuchado y le di a repeat. Tras un rato, permití al resto de canciones sonar a través de mis auriculares. Y el resultado no fue nada satisfactorio. Un estilo sucio y pegajoso se abría paso por mis conductos auditivos. Sentí que había hecho una mala compra.

Lo abandoné durante un tiempo debido a la primera impresión, pero creí necesario ofrecer una segunda oportunidad a un disco por el que había pagado (cuántos discos se perderán en el olvido ahora gracias a Spotify). Así que lo volví a poner y encontré ciertos matices que me gustaban más: ese toque rugoso de Como los trileros, la candidez de El hijo de la Inés o la cruda melancolía de Que se joda el viento. Aún así no me convencía, pero empecé a pensar que la compra no había estado tan mal.

Muchas escuchas han pasado desde entonces y no puedo dejar de admirar este disco y maravillarme con él. Y es que para mí, lejos de lo que pudiera parecer, este es un disco conceptual en toda regla. Y el Leitmotiv del mismo es un tema al que uno de los poetas favoritos de Kutxi volvía indefectiblemente una y otra vez: los gitanos y el flamenco. También el amor, pero los gitanos es el tema clave (no los gitanos reales, sino esos que Lorca mitificó como un universo en sí mismo, como el símbolo de la alegría y las ganas de vivir). Esos personajes que bien podrían ser los que dieran forma al título de la obra, para los que los 28.000 días de media que dura una vida humana son en realidad 28.000 puñaladas. No por casualidad la canción Ciudad de los gitanos está extraída del Romancero Gitano de Federico García Lorca. Pero esto es sólo uno de los elementos que conforman este gran disco. Vamos a ir desgranándolo poco a poco.

Arrancamos con la estocada de La Rueca, una de las canciones más potentes del disco. Un retrato de los más bajos fondos de la sociedad, donde este instrumento hilandero que deja en estado inconsciente a La Bella Durmiente puede simbolizar perfectamente la jeringuilla con la que muchos han perdido sus sueños. Se fueron a dormir y nunca volvieron. Una revisión de los cuentos infantiles que, cuando se transforman en adultos, no terminan con final feliz. Nos encontramos con el nuevo sonido de Marea en esta canción. En sus discos anteriores nos habíamos encontrado con guitarras más compactas y, permitidme el exceso, más alegres. No hay más que recordar cortes como La Luna me sabe a poco del también magnífico Besos de Perro u otras como Duerme Conmigo del más inestable Revolcón, para ver que Marea hasta 2004 tenían más que ver con Los Suaves que con Leño.  Y es que en 28.000 puñaladas es Kolibrí, guitarrista de la banda, quien coge el timón de la producción. Son ellos mismos los que empiezan y acaban el círculo de su música, aquí están cómodos y pueden experimentar con lo que les plazca. De ahí estas guitarras más afiladas, con menos cuerpo, pero más sucias. Un ritmo no más lento pero sí más pausado. Una base rítmica que no pretende llenar todos los huecos que antes parecía haber, sino que los expande creando nuevas dimensiones y horizontes que explorar. Eso sí, La Rueca es sólo la bisagra entre dos mundos, es la que dentro de 28.000 puñaladas más tiene de Revolcón o Besos de Perro. Pero lo mejor aún está por llegar.

A caballo se abre como no podía ser de otra forma, con el ritmo de un caballo al paso. El comienzo de esta canción me hace imaginarme un enorme prado verde en el que dos jinetes se aventuran mientras la juventud nutre sus cuerpos y la energía les empapa. Y después de que las guitarras silben y se vayan afilando poco a poco hasta romper en un clímax que nos devuelve al locus amoenus principal, entra la voz de Kutxi para narrarnos una de las más bellas letras de disco. Y es que no es sólo una gran declaración de amor en forma de carta de bandolero que perdería todo por robar el corazón de ella, es también una gran metáfora de que el amor es eterno. Porque, ¿cuáles son los seres vivos más longevos que conocemos? Exacto, los árboles. Y en esta canción encontramos cinco tipos de árbol:

-Los olivos me cuentan que me canso de soñar contigo.
-En los nogales acuesto al beso que te empaña los cristales.
-Y tallo corazones a navaja en el torso desnudo de un naranjo.
-Y de un almendro te haré una flauta para que la sople el viento.
-Y de una encina te haré carbón si se te cae la noche encima.

El hecho de que el autor quiera que todo lo relacionado con su amor esté o tenga contacto con los árboles significa que desea que su amor nunca acabe, que viva para siempre. Y en el clímax final nos encontramos con el primer punto que va a seguir uniendo este disco conceptual. Aparece el enemigo, los "malos" de esta historia: los guardia civiles y la nacional (aquí, también, como esa imagen recreada por Lorca de la policía como fuente de todo horror, como la muerte toda humanidad). Son aquellos que quieren separar este amor que finalmente, tendrá que vivir sólo en los árboles.

Perfectamente la Virgen del Fracaso podría ser la protagonista del disco, la amada. También puede que sea la inspiración del cantante, esa que es tan inestable como la Luna y que aparece cuando quiere. Yo me inclino más por esta segunda alternativa, ya que esta es una "puta" cuando se escapa y una "bendita" cuando vuelve a aparecer. Es un amasijo de sonidos metálicos circulares, un compendio que busca machacar tanto como el martirio de buscar a esta virgen durante meses, sin respuesta.

Y ahora sí, ya entramos de lleno en la historia, en el universo que este disco crea en nuestras mentes. Con la camisa rota no es sino un homenaje al cantaor flamenco más grande de todos los tiempos: Camarón de la Isla. Concretamente aquí a su Yo soy gitano. Partiéndonos la camisa buscamos crear una bandera que sea el símbolo de nuestra libertad, de nuestra particular y propia república, en la que se podría tener a esa persona para siempre, sin que nadie pudiera molestarnos. Es un rock and roll muy clásico, en la línea ya marcada por Rosendo, aunque con matices más melancólicos y cierta tristeza implícita en la música.

Latido Jondo no puede tener un título más esclarecedor. Un rock puro, de los de Bruce Springsteen, nos trae un claro y afectuoso saludo al flamenco como género musical. Desde "si me miras van cantando camarones por seguirillas" a "latido jondo es lo que quiero tener", pasando por "potro de rabia y miel de la piel hacia dentro". Queda claro que Camarón es un claro referente para Kutxi, porque vemos que aquí estaría cantando seguirillas, uno de los estilos de canto flamenco más antiguos que se conocen, así como cantando jondo con Potro de Rabia y Miel, el último disco que pudo firmar en vida Camarón de la Isla. Kutxi busca algo tan profundo que al final los latidos sean sólo uno.

Un arpegio bellísimo da paso a El Hijo de la Inés. Toda una oda a la inocencia, a aquellos momentos en los que éramos más felices por puro desconocimiento. Y encontramos aquí uno de los enlaces más importantes de todo el disco: el tronco. "Quieren derribar el tronco de ruiseñores roncos, donde vivimos tú y yo". Algo amenaza ese tronco en el que su amor era eterno, algo amenaza el sitio donde los dos vivirían aunque murieran. Y es que ese hijo de la Inés no es sino el alter-ego del cantante, ese niño interior que todos llevamos dentro y que le dice que aunque "entre amores nunca se ha caído de pie" hay que seguir intentándolo, porque la experiencia siempre vale la pena.

Muy atentos a la "segunda" parte de la canción, esa que da comienzo cuando la música se apaga y un hermoso riff de guitarra deja que Kutxi recite eso de "ten cuidao con la luna -dicen las estrellas". Uno de los momentos culminantes del disco que hace que nos ericemos gracias a un crescendo grandioso.

Dos Alpargatas nos presenta al autor como a un burro, es decir, como a alguien que ha pensando en algo y no ha parado hasta conseguirlo, sin pensar en que quizá estaba perdiendo más que ganando "y entre mis borrones he sido un borrico que quiso besar el aire y la acera, y no puede ser". Musicalmente es de las más planas del disco, ya que no aporta nada que no haya aparecido ya en las canciones anteriores.

Como los trileros es la pieza maestra del rompecabezas que forma este disco. El autor siente que no puede confiar en nada, que no puede avanzar y que nada puede hacer para remediarlo. Y aquí nos encontramos con uno de los alegatos de los protagonistas del disco más representativos, en el que escuchamos a tres personas distintas que ponen voz a diferentes estadios de la conciencia. La primera, a cargo de Domingo Calzado, utiliza el idioma gitano caló para expresarse:

 Y esconde la sorna, el manró y los jurdeles, (y esconde el oro, el pan y el dinero)
si vienen los payos, los picos, las leyes, (si vienen los payos, los policías)
cucharas que nos guardan en la estaribel,  (escapar, que nos meten en la cárcel) 
respeta a tus batos y nunca les bailes (respeta a tus padres y nunca les bailes)
el agua a otras manos, ni bebas los mares por nadie 
que la sangre te quiera beber, 
por nosotros no muere undebel. (por nosotros no muere un dios)


La segunda voz, (el hermano de Kutxi, Martín) todavía más rota y retorcida que la de Kutxi, se marca el discurso más memorable del disco. Un auténtico subidón de adrenalina que nos muestra el destino de los más desfavorecidos (aquellos que son el blanco de los guardia civiles), los cuales ni siquiera pueden disfrutar de sus pequeñas alegrías

Por último escuchamos a uno de los poetas malditos más conocidos de nuestro país, gracias principalmente a artistas como Extremoduro o Platero y tú: Manolo Chinato. Un canto a la naturaleza, a una vuelta a aquello que todos somos y compartimos, a vivir como los árboles, de la lluvia, del viento y de la tierra.

Después de esta tremenda sacudida llega la calma del disco. Y no podía hacerlo de una manera mejor. Esta adaptación de retazos del Romancero Gitano de Lorca hace que se me erice la piel siempre que suena. El fatídico encuentro entre los guardia civiles y los gitanos se hace presente y la tristeza se convierte en algo mágico. El retrato que Lorca hace de los primeros no es algo para nada amable:

Tienen, por eso no lloran,
de plomo las calaveras,
con el alma de charol
vienen por la carretera.

Los guardia civiles no tienen sentimientos, buenos al menos, ya que su cabeza está hecha de plomo y carecen de alma. Y el avance no se detiene por nada. Arrasan con todo a su paso, sus víctimas jamás hallarán la paz. Ni siquiera la alegría puede estar tranquila, porque hasta el alcohol, símbolo lorquiano de festejo, se debe disfrazar:

La ciudad libre de miedo,
multiplicaba sus puertas, 
cuarenta guardia civiles
entran a saco por ellas.
Los relojes se pararon,
y el coñac de las botellas
se disfrazó de noviembre
para no infundir sospechas.

Sobre noviembre hay muchas teorías, pero a mí la que más me convence es aquella que dice que Noviembre era un jarabe para la tos de la época y se metía el coñac en esas botellas para guardarlo sin peligro. La masacre no cesa y el horror cada vez es mayor:

Rosa la de los Camborios
gime sentada en su puerta
con sus dos pechos cortados
puestos en una bandeja.
Pero la guardia civil
avanza sembrando hogueras,
donde joven y desnuda
la imaginación se quema.

Las imágenes tristes y dantescas que nos ofrece el poema son perfectamente complementadas con una música que recrea fielmente el paisaje lorquiano. El sólo de guitarra contenido en este tema, sin ser especialmente elaborado, es uno de los más bonitos e impactantes que he escuchado jamás. Una verdadera maravilla.

El final se está acercando y viene una canción que no me cuadra dentro de este disco. Desentona totalmente con el hilo conductor que ha ido marcando y su calidad deja mucho que desear para tratarse de Marea. La inclusión de Rosendo en Al culo de una lombriz entiendo que habrá sido algo con lo que los integrantes de la banda habrían soñado desde su creación, pero en mi opinión no han conseguido nada reseñable con ello.

Cerrando este álbum tenemos Que se joda el viento, la mayor declaración de amor de todo el disco. Un medio tiempo que suena como las olas que rompen, que suena a querer volver a esa playa que tenía cantos de sirena irresistibles. El broche de oro perfecto para cuadrar el círculo de esta historia. Una frase como "Y báñate en mis ojos, que se joda el mar" está al alcance de muy pocos. Son esas frases que te hipnotizan y te noquean, esas sentencias que se marcan como si fueran acero al rojo vivo.

Y es que este grupo consigue hacer que nos sintamos en medio del océano sin ningún tipo de salvación, y que aún así queramos perdernos todavía más en la marea embravecida que convierte cada nota en una puñalada y nos atraviesa para siempre.