Obertura
Eran las 18:00 de la tarde de un día de septiembre cualquiera. Dos españoles se colocan en la puerta de la Ópera Estatal de Viena intentando conseguir entradas de "pista" a última hora para Der Fliegende Hollander de Richard Wagner. Otros turistas, queriendo no perder también su entrada, se posicionaron progresivamente detrás de los españoles, formando una cola considerable, hasta que finalmente se creó una larga espera digna de los mejores días de rebajas en El Corte Inglés. La expectación es máxima, parece que van a abrir las puertas y, no sabiendo muy bien cómo, los españoles han conseguido ser los primeros con un tiempo de espera relativamente corto. Se acerca muy amablemente la señorita encargada de abrir las puertas de uno de los recintos más sagrados dentro del mundo de la ópera y toda esa cola comienza a entrar a por sus entradas. de forma rápida, pero bastante ordenada. Cuál es la sorpresa cuando, después de todo este proceso tanto los españoles como todos los turistas congregados tras de ellos, descubren que la puerta por la que se debe entrar para comprar las entradas estaba justo en el otro extremo y que la cola que ya estaba comprando las entrada era el triple de la formada en nuestra querida primera puerta.
Esos españoles, evidentemente, éramos mi novia y yo. Creo que podréis observar que ninguno de los dos somos unos grandes expertos en ópera. Nos tocó hacer una nueva cola y conseguimos las entradas de milagro, porque estaban a punto de agotarse. Y qué queréis que os diga, tanta espera, tanta tensión y nervios tampoco merecieron la pena. O eso nos pareció a nosotros en una primera instancia. El montaje de El holandés errante de Wagner era espectacular, los intérpretes eran increíbles, pero la ópera en sí (el noúmeno operístico) nos aburrió en gran medida. Aún así, al día siguiente, ya sabiendo cuál era nuestra puerta y con la representación de La Traviata decidimos darle una segunda oportunidad. Y esa noche ocurrió algo mágico: nos gustó la ópera. No es que nos gustara, es que teníamos la piel erizada, los ojos vidriosos y el corazón palpitante. Ninguno de los dos íbamos muy convencidos, la ópera nunca había estado en nuestro repertorio, pero esa noche nos ganó, nos atrapó en su red. Huelga decir que al día siguiente volvimos y disfrutamos de Rigoletto.
Acto I. La ópera es la vida
Aún así, habiendo disfrutado de la ópera en directo, después de Viena tampoco mostramos mayor interés por volver a escucharla en casa. La verdad es que no me llamaba la atención. Sabía que era algo que me gustaba, pero la ópera todavía me resultaba demasiado lejana. Me parecía un arte que debes entender para poder apreciar y no me veía preparado para ello. Por eso lo postergaba, prefería quedarme en mi zona de confort musical, algo que tuviera guitarra, bajo y batería.
Hasta que un día llegó Ramon Gener con su This is opera. Fue de casualidad, haciendo zapping apareció en La 2, con el programa sobre La Flauta Mágica. Nos quedamos encandilados, atontados viéndolo. Un programa donde explicaban la ópera para gente que no sabía de ópera, que eran legos en la materia de una forma entretenida y emocionante. Lo habíamos encontrado, iba a ser nuestro programa de cabecera para volver a Viena, para volver a La Traviata, para volver a la piel de gallina.
Y así fue, empezamos a verlo y cada programa era mejor: el entusiasmo, la erudición, la forma de enseñar de Ramón Gener era algo asombroso. Si todos los profesores de música fueran como él a todos nos gustaría la ópera. Para él, la ópera es su vida, y quiere transmitir esa vida con todos los que pueda. Ese entusiasmo, esa alegría y esa admiración por la ópera se me contagió y poco a poco, incorporé ciertos temas a mi repertorio más habitual, ese que escuchas en el coche o en el trabajo.
Aún así, me faltaba algo, sentía que no estaba descubriendo como yo lo suelo hacer. Porque tenéis que entender una cosa, a mí me gusta casi lo mismo leer y descubrir nueva música que escucharla. Me puedo tirar horas simplemente buscando nuevos grupos, nuevos estilos e investigando sobre ellos. Con eso soy feliz. Pero, ¿qué hacer con la ópera? Eso lo puedo hacer con grupos y estilos que más o menos controlo, pero no sabía nada de ópera, ni de como encontrar lo mejor de cada escuela.
Por ello, me dejé llevar por alguien que sí sabía de estos dramas musicales. Me apoyé, una vez más, en Ramón Gener. This is opera tiene 30 episodios y cada uno está dedicado a una ópera (aparte de algunos especiales de un estilo determinado), así que me decidí: escucharía esas treinta óperas enteras. Me serviría de introducción, de paso inicial en este mundo. Por fin, tenía el playlist, pero descubrí que necesitaba muchas horas para poder escucharlas todas, así que pensé que lo mejor era plantearme un reto personal que completara plenamente esta experiencia: estaría treinta días escuchando ópera.
Y con treinta días escuchando ópera no me refiero a escucharla de vez en cuando, las normas son muy claras: siempre que dependiera de mi voluntad (evidentemente no le podía pedir a un restaurante que cambiara la música) sólo escucharía ópera.
Acto II. Treinta óperas
En un primer momento creí que se me haría durísimo: no poder cambiar de estilo durante treinta días, a mí que me gusta pasar de Johnny Cash a Tool en media hora. Pronto descubrí lo equivocado que estaba. La ópera es algo amplísimo y pasar por sus diferentes compositores es como cambiar de género musical radicalmente. No tiene nada que ver escuchar a Verdi que a Wagner, a Handel que a Rossini, a Monteverdi que a Dvorak. Todos componen ópera, pero lo hacen de forma muy distinta, con sus visiones del mundo, con sus historias, con sus pasiones.
Lo primero era empezar. Y no creáis que era fácil. Sí, tenía la lista de óperas que debía escuchar, pero ¿qué versiones? ¿Qué director era el mejor? ¿Cómo elegir entre Pavarotti o Kraus? ¿Entre Callas o Sutherland? Y, por encima de todo, ¿qué ópera era la adecuada para empezar? ¿Si empezaba con Strauss me sería más fácil que con Wagner? ¿Verdi o Bizet?
Lo primero era empezar. Y no creáis que era fácil. Sí, tenía la lista de óperas que debía escuchar, pero ¿qué versiones? ¿Qué director era el mejor? ¿Cómo elegir entre Pavarotti o Kraus? ¿Entre Callas o Sutherland? Y, por encima de todo, ¿qué ópera era la adecuada para empezar? ¿Si empezaba con Strauss me sería más fácil que con Wagner? ¿Verdi o Bizet?
Eran demasiadas preguntas y al final decidí lanzarme a la piscina sin bañador. La ópera que me había entusiasmado, que había hecho que cambiara por completo mi concepción sobre este arte tan exigente había sido, ya lo sabéis, La Traviata. Y por esta empecé. Me compré una antigua grabación de EMI interpretada por Maria Callas. El sonido era pésimo (fue grabada en los años cincuenta) y no me convencía mucho, pero había algo que ya empezaba a atraparme. Decidí buscar versiones con un sonido algo mejor, para que no tuviera interrupciones al pensar en lo mal que se escuchaba cierto pasaje de la obra.
Por ello creé una lista en Deezer que os dejaré más abajo para que podáis consultarla y escucharla todo lo que queráis. Mis recomendaciones a la hora de adentrarse en este mundo desconocido son simples:
-1. Escoged una discográfica especialidada en este género. Por ejemplo, DECCA tiene una amplísima cartera de intérpretes de gran calidad para grabar sus óperas. Lo mismo ocurre con la fialial de EMI, EMI Classics. Esto tiene una explicación muy sencilla: necesitan de artistas conocidos para grabar sus discos ya que a la hora de comercializarlos serán más rentables que si los graba un artista anónimo. Normalmente sus grabaciones son de una altísima calidad.
-2. Id a lo fácil. No empecéis por las quince horas de El Anillo del Nibelungo. Quizá os entusiasme a la primera, pero lo veo más difícil. Empezad con óperas que ya habéis escuchado, aunque sea sin querer: Carmen de Bizet, La Flauta Mágica de Mozart, La Traviata o Rigoletto de Verdi o cualquiera de Puccini. Porque Puccini es un caso aparte, pero ya lo veremos más adelante. La ópera necesita de sus tiempos y es mejor que no intentéis correr a la hora de adentraros en este mundo porque igual acabáis perdidos en un desierto sin agua.
-3. Los directores son importantes. Mucho. Buscad siempre a directores que ya tengan cierto renombre dentro del mundo de la ópera. Por ejemplo, a mí me gusta mucho la séptima sinfonía de Beethoven dirigida por Karl Böhm. Bien, pues resulta que no he encontrado muchas óperas dirigidas por Bohm, bien porque estuviera especializado en sólo música instrumental, bien porque no le apeteciera al hombre. Por eso en mi salto al vacío he ido a lo sencillo: directores famosos. Muti, Harnoncourt, Barenboim...pero, por encima de todo, mi director de cabecera ha sido Herbert von Karajan. Siempre me ha gustado y ahora todavía más.
-4. Los intérpretes también. Pero depende mucho más de tus inclinaciones musicales. Para mí, por ejemplo, Puccini o Verdi siempre serán de Pavarotti. Es cierto que Pavarotti no interpreta a sus personajes, no actúa, no siente con la misma intensidad que otros cantantes, pero su voz es increíblemente magnética. Tiene un timbre que te traspasa, que consigue atravesar todas las capas de tu cuerpo y clavarse justo donde se crean las emociones. Cuando lo escucho en papeles como el de Mario Cavaradossi de Tosca sólo puedo imaginarme una flecha sonora que apunta directamente a lo más profundo del oyente. Otros papeles son de otros intérpretes y cualquier ópera con Alfredo Kraus, Plácido Domingo o Jonas Kaufman seguro que os encandila.
En cuanto a las intérpretes femeninas me pasa una cosa curiosa: no me acaba de gustar Maria Callas. Sé que es la Divina, la que revitalizó el bel canto y la diva per se, pero no me emociona tanto su voz. Prefiero a la Stupenda, Dame Joan Sutherland, Leontyne Price o Mirella Freni. En cualquier caso, todo depende mucho del papel interpretado y sobre todo, del gusto de cada uno.
-5. Ved óperas. Hay que escucharlas y es lo más cómodo, pero tenéis que verlas, porque cuando ves el escenario, cuando sientes la actuación de los cantantes y cuando penetras de lleno en la trama es cuando de verdad entiendes la ópera. Y es una sensación maravillosa.
Acto III. Un arte para todos.
Estos 30 días me han ayudado a ver la ópera de otra manera, así como la música popular. Creo que la ópera tiene tres grandes problemas o dificultades que le impiden llegar a un público más amplio. El primero de ellos es que da la impresión de ser muy restrictiva en cuanto a nivel cultural: parece que sólo si eres un entendido en la materia puedas escuchar y disfrutar de la ópera. Esto es totalmente falso. Mi opinión es que a cualquiera le puede gustar la ópera, sólo que todavía no lo sabe. Ningún arte debería estar reservado sólo para la gente que se ha especializado en él. Todo el mundo puede escuchar una ópera y decir si le gusta o no. Sí que es cierto que algunos compositores necesitan de más de una toma de contacto para poder cogerles el punto (no es lo mismo escuchar Einstein on the Beach de Phillip Glass que Madama Butterfly de Puccini), pero eso no es menos cierto en estilos de la música popular, donde por ejemplo es fácil engancharse a The Beatles, pero no tanto a The Velvet Underground. Cada uno tiene su estilo y es tu tarea decidir si encaja con el tuyo o no.
La gran prueba de que a todos nos gusta la ópera está en los Talent Shows. Toda esa gente que se emociona cuando algún participante canta alguna pieza operística (generalmente Nessun Dorma!) es la misma que luego dice que la ópera es muy aburrida y que no la entienden. Pero el hecho es que se levantan, aplauden y los convierten en grandes celebridades. No hay más que pensar en concursantes como Paul Potts, la encantadora Laura Bretan, o, por supuesto, Susan Boyle (y esta ni siquiera llegó a cantar ópera). Y además, esta gente, aunque con un gran don, son amateurs, no controlan su voz y no ejecutan correctamente la obra. Si ellos consiguen despertar esas pasiones, imaginad lo que pueden llegar a hacer los grandes profesionales del género.
La segunda y creo que para mí es la más importante, es que la música comercial, la música que puede llegar a un gran público, está basada en la voz. Y aquí podríamos pensar que la ópera tiene las de ganar, ya que la exigencia vocal que se requiere de un intérprete de ópera supera con creces a cualquier estrella millonaria del pop que os podáis imaginar. Notas imposibles, entrenamiento constante y elección de papeles adecuados para no forzar el aparato más allá de lo inhumano se cuentan entre sus grandes esfuerzos. Pero que la música contemporánea se base principalmente en el sustento de la voz no quiere decir que deba ser una voz perfecta. De hecho, es mucho más importante que una canción se pueda cantar y recordar que que sea brillante melódicamente. Me explico: ciertas óperas tienen partes que podríamos llamar "comerciales", como la ya citada Nessun Dorma de Puccini, o La donna e' mobile de Verdi. Podemos recordarlas, casi al mismo nivel que, por ejemplo, Hey Jude. Todos conocemos las tres piezas, pero existe un problema con las dos primeras: aunque nos sepamos la letra, se nos haría imposible imitarlas, aunque fuera mal. En cambio, todos podemos cantar, con mayor o menor acierto, Hey Jude. Lo que nos gusta hacer en un concierto es cantar las canciones de nuestros grupos favoritos. Esto en la ópera es bastante complicado. En primer lugar, porque, me pongo de ejemplo, si intentas cantar una pieza operística puede que te duela la cabeza durante una semana; y en segundo, porque cuando vas a una representación hay que guardar silencio cuando la obra está en marcha. Para entrar de lleno en la ópera se necesita de un cambio de visión respecto a la música, se necesita una vuelta a los orígenes, a una contemplación de la música más que una imitación. Algo mucho más arduo para nuestra actual concepción musical.
La tercera es el precio. Sí, ir a una ópera en directo es caro, pero no más que un concierto de una superestrella. Pensad en cuánto cuestan las entradas para ir a ver a Justin Bieber y haced balance. De todas formas, hay maneras de ver ópera mucho más baratas, hay representaciones en cines, escenarios más pequeños pero también buenos o, por supuesto, internet. Páginas como Youtube están plagadas de videos para poder observar a los más grandes artistas desde tu sofá. Incluso hay películas de ciertas óperas. Ahora la ópera está al alcance de todos.
Acto IV. 30 días de arias
Gracias a estos días la ópera ha pasado a ser parte de mi colección musical. He encontrado dentro de ella piezas que se han convertido automáticamente en imprescindibles. Este reto me ha aportado una visión muy diferente de la ópera y, al mismo tiempo, de la música comercial. Dentro de la primera he encontrado que trata de temas muy humanos, muy universales, haciendo que los compositores conectaran con su público del momento y también con el de ahora. Que la fuerza emocional de la que está cargada la ópera no se puede encontrar en ningún otro arte y una vez te fulmina, será difícil que encuentres sustituto. He observado que hasta estaba más relajado estos días, que me llenaba de cierta paz que sólo vive en la música.
He descubierto que Rusalka crea un portal mágico para conducirte hasta el mundo de las ninfas y los duendes o que la Reina de la Noche de La Flauta Mágica podría sustituir al más malvado de los personajes hollywoodienses. Que en Fidelio de Beethoven se transluce la bisagra entre dos mundos operísticos, el que se iba y el que llegaba. Que si quieres escuchar las melodías más preciosas de la creación tienes que escuchar óperas belcantistas. Que te partes con Rossini, tanto con sus óperas bufas como con su vida. Que Wagner es mucho más que ese hombre alemán que creó un teatro para representar sus obras, su genio se trasluce en cada nota, pero es un genio escurridizo para los recién llegados como yo.
Que Carmen es lo más español que ha hecho nunca un francés y que el resultado es espectacular. Que la única ópera de Debussy no se entiende, pero importa muy poco para disfrutarla. Que Verdi le puede gustar a casi todo el mundo, porque buscaba precisamente una conexión con el pueblo. Y que Puccini le gusta a todo el mundo aunque todavía no lo sepan.
Porque si alguien me ha hecho enamorarme y disfrutar la ópera ese ha sido Giacomo Puccini. Ha hecho que estos treinta días se quedaran cortos y deseara otros treinta más. Si queréis una sincera recomendación es que empecéis a escuchar ópera con Puccini. Estoy seguro de que acabará con vuestras defensas en dos segundos. Puccini crea bandas sonoras antes de que existan y nadie lo ha hecho como él. Sabe que sonido exacto encaja en cada momento, en cada situación, en cada emoción. Para mí, estas tres piezas de La Bohème creo que son lo más hermoso que existe en la historia de la música:
Que Carmen es lo más español que ha hecho nunca un francés y que el resultado es espectacular. Que la única ópera de Debussy no se entiende, pero importa muy poco para disfrutarla. Que Verdi le puede gustar a casi todo el mundo, porque buscaba precisamente una conexión con el pueblo. Y que Puccini le gusta a todo el mundo aunque todavía no lo sepan.
Porque si alguien me ha hecho enamorarme y disfrutar la ópera ese ha sido Giacomo Puccini. Ha hecho que estos treinta días se quedaran cortos y deseara otros treinta más. Si queréis una sincera recomendación es que empecéis a escuchar ópera con Puccini. Estoy seguro de que acabará con vuestras defensas en dos segundos. Puccini crea bandas sonoras antes de que existan y nadie lo ha hecho como él. Sabe que sonido exacto encaja en cada momento, en cada situación, en cada emoción. Para mí, estas tres piezas de La Bohème creo que son lo más hermoso que existe en la historia de la música:
Che Gelida Manina
Si. Mi chiamano Mimi.
O soave fanciulla
Y también miro con otros ojos la música que yo escucho habitualmente. No porque piense que la ópera sea mejor o peor, porque creo que eso es imposible de evaluar. Simplemente te hace valorar de otra manera a los artistas que quizás antes idolatrabas. El hecho de que a muchos intérpretes de ópera les hayan abucheado y hayan tenido que salir del escenario abochornados en alguno de los teatros más importantes del mundo, por SOLAMENTE no haber llegado a una nota especialmente difícil te hace replantearte cómo valorar a tus artistas favoritos. Te hace ser más crítico, más exigente. Y no sólo en el aspecto musical, también en la intensidad emocional, en las letras, en la historia total, en la valoración de la creación.
Puedo decir que estos 30 días me han aportado mucho más que el haber completado un reto musical y personal. Me han aportado un mundo nuevo en el que poder explorar, divertirme y emocionarme, un mundo en el que pienso quedarme por mucho tiempo. Porque la ópera quizá no es mi vida, pero se ha transformado ya en una parte de ella.