Historia del Heavy Metal y subgéneros (¡con gráficas!) [Addendum]

 Addendum I - Historia del heavy metal (¡con gráficas!)


Y heme aquí, en los albores de mi treintena, recorriendo los mismos pasos que ya surqué hará más de quince años. Aunque eso sí, con mejores botas y otra mirada. Porque si bien es cierto que este siempre será el género de mi vida, no es menos cierto que hay que saber separar el grano de la paja. Algo que te permite hacer la edad y la experiencia. Ni mucho menos todo lo que podemos considerar metal es algo digno de escuchar, ni un neófito tiene porqué saber diferenciar entre el thrash de unos Dark Angel y el death metal de unos Possesed (la línea es tan fina como una vena). Y es que el heavy metal se ha convertido con el paso de los años en uno de los géneros (o quizá en EL género) más variado del planeta. La cantidad de subgéneros dentro de subgéneros dentro de otros subgéneros cada vez más retorcidos y minimalistas es muchas veces abrumadora. Debido a esto, gran parte del público no llega a entender la magnitud a la que ha llegado el estilo, ni mucho menos a entender cómo suenan cada una de sus variantes. 

Por eso, este Addendum se va a dedicar a dos cosas (y estará dividido en dos partes para su facilitar su comprensión): por un lado intentar describir la historia del heavy metal y cómo se ha ido disgregando en diferentes encarnaciones; por otro, generar una lista con discos de obligada escucha en cada uno de los subgéneros. Esto último será totalmente subjetivo en algunos puntos, aunque intentaré basarme principalmente en la arqueología de cada uno de ellos para ofrecer la droga en su versión más pura.

¿Qué puede ser mejor para entender la evolución de un género que ha llenado la vida de millones de personas en todo el mundo? Lo habéis adivinado: gráficas (porque estabáis pensando en eso, ¿verdad?). Y aquí, como al inicio de este elogio, me perdonaréis si me pongo algo técnico. Porque para qué nos vamos a engañar, me siento orgulloso de lo que he creado y quiero explicároslo con el mayor detalle posible. Vamos por partes, como decía Jack 'The Ripper' (sigo con los juegos). 

[Parte técnica, ve hasta la primera gráfica si no te interesa demasiado el proceso de extracción de datos]

No sé si conoceréis la página The Metal Archives pero básicamente se trata de la mejor y más completa base de datos de todo el metal del mundo. Grupos que no encontrarías ni en Wikipedia, ni en Amazon, ni siquiera en Spotify, están aquí. Con todos sus discos, en diferentes formatos y tipos. Es, como indica su título, la Enciclopedia del Metal. Y aunque sin duda se les puede tachar de cierto esnobismo a la hora de clasificar los géneros (siguen sin añadir a Korn o a Slipknot por no considerarlo "metal", por ejemplo),  nadie podrá negar jamás su exactitud a la hora de recabar información.

Pues bien, sabiendo esto mi premisa se basó en lo siguiente: extraer toda la información posible de la web a través de un scraper que me permitiera más tarde crear una base de datos con la que podría jugar y crear las gráficas que necesitaba tanto para generar un relato consistente sobre la historia de los géneros como para realizar el análisis pertinente. Las vicisitudes por las que he tenido que pasar hasta dar con la base de datos perfecta (perfecta para mí y mis propósitos, por supuesto) han sido variadas, pero enumeraré lo más principal en pos de favorecer el entendimiento del posterior análisis:

-Como explico en mi readme sobre el proceso de creación de esta base de datos, creé una versión algo diferente sobre el código de scraper que ya había desarrollado Garbersc porque necesitaba la información sobre los países de los álbumes. Dentro del mismo repositorio está el código con los cambios ya realizados por si a alguien le interesa.

-Tuve que denormalizar la base de datos por género. ¿Qué quiere decir esto exactamente? Pues que, como todos sabemos, un grupo puede pertenecer a diferentes estilos tanto por trayectoria (puede haber sido primero hard rock y luego heavy metal, por ejemplo) como por el propio estilo que practique (puede ser un grupo de black/death metal por ejemplo). Por tanto, para poder tener la información estructurada de la forma correcta necesitaba que las entradas de grupo y álbum se repitieran tantas veces como géneros encontrásemos. Y aunque esto no afecta a la forma de observar los datos, me ha permitido tener una precisión que de otra forma hubiera sido imposible, ya que podía tener, por ejemplo, a Black Sabbath a la vez dentro de Doom y de Heavy Metal. Sin esta acción los datos hubieran estado sesgados ya que sólo podía convocar a los maestros en uno de estos géneros a los que pertenecían.

Teniendo esto claro, creo que es hora de pasar a los datos. Cualquiera puede visitar este cuadro de mando que he creado con el fin de hacer esta explicación más didáctica, pero aquí daré las claves de lo que yo considero los momentos clave de la historia del heavy metal. Observemos la primera gráfica, que a mi entender ya nos da toda la información que vamos a necesitar en esta primera parte:

[Fin de la parte técnica]


Mirad bien esta gráfica. Miradla bien porque aquí, dentro de cada una de esas líneas, se escenifican tragedias que harían que Shakespeare y Cervantes acudieran juntos a un concierto a menear sus cabellos al más puro estilo headbanging. Porque aunque cupiera pensar en el inicio de los tiempos como un verde prado donde los músicos simplemente podían recoger la inspiración de los árboles, nada más lejos de la realidad. La más árida y yerma pradera se abría paso y sólo los exploradores más intrépidos -o incautos- se atrevían a adentrarse en ella.  Costó recoger una cosecha en condiciones. No hay más que observar la línea verde para ver que hacía falta mucho más que imaginación para conseguir allanar el camino al resto: hacía falta talento, insensatez y dosis de trabajo inmensas. Solo unos pocos fueron los elegidos, siendo cabeza de pelotón por siempre jamás los dioses del inframundo: Black Sabbath. Pero por favor, ampliemos un poco la situación del heavy metal en los setenta para que se entienda del todo:


Por supuesto que no estaban solos, pero tampoco les acompañaba un escuadrón. Y muchos de ellos (Scorpions, Deep Purple, Thin Lizzy) aunque importantísimos tanto para el movimiento como para el público en general, no fueron muy duchos en continuar con la cosecha. Siempre gustaron más por otro tipo de trabajo, ese que al final les llevaba a terrenos algo más conocidos y donde los frutos salían más verdes y jugosos. Así que allí teníamos resistiendo contra los ademanes que pudiera traer el destino a estos puntales que no paraban de sembrar y sembrar. Lo que nadie entendía muy bien en ese momento era qué estaban plantando. ¿Rosas? ¿Patatas? ¿Alcornoques? Pues no. Estaban plantando robles. Árboles robustos, longevos y duros. Árboles que tardan en crecer, pero que una vez adultos ni un huracán puede con ellos. Y en esa curva vemos como poco a poco van creciendo hasta eclosionar en un gran bosque a partir de finales de los setenta. 
¿Qué pasó a finales de los setenta para que de repente las judías mágicas que habían estado plantando los colonos dieran sus frutos? Pues un fenómeno que se vino a llamar la New Wave of British Heavy Metal (NWOBHM).

¡Ay! La ilusión. La oleada -valga la redundancia- de grupos que surgieron  bajo la estela de la NWOBHM a finales de los setenta y principios de los ochenta es casi incalculable. Grupos convencidos de que estaban tocando la mejor y más potente música del mundo. Grupos que querían abarcar el mundo entero con uno de sus riffs, unos riffs que surgían del fuego que habían dejado en la hoguera sus predecesores setenteros. Grupos, en definitiva, que se crearon a través de la ilusión de quien comienza un nuevo camino sin más expectativas que hacer lo que les apasionaba. Pero como todos sabemos, de la ilusión es muy difícil vivir, sobre todo cuando a la tierra que tú creías dominada le surgen nuevos conquistadores dispuestos a arrasar con todo ser viviente hasta plantar su bandera en la capital del reino.

Y es que entre el 82 y el 83 una nueva criatura, más malvada y demente que la anterior, veía la luz por primera vez. Era el momento del thrash metal. Mucho ojo aquí, porque más allá del nacimiento de un subgénero musical estábamos asistiendo a un triunfo geopolítico de magnitud 200 en la escala Ricther. ¿Cabía pensar que Estados Unidos podía ganar en algo a Reino Unido en el terreno musical? El thrash fue la respuesta. ¡Por fin algo que los americanos habían inventado antes que los británicos! ¡Por fin algo en lo que podían superarles! Con Metallica a la cabeza, soberbiamente flanqueados por una realeza tan nefaria como Slayer, Megadeth o Anthrax, y aristócratas que harían las delicias del Marqués de Sade como Dark Angel, Nuclear Assault, Exhorder, Rigor Mortis, Overkill o Death Angel, el escuadrón de la muerte americano estaba abriendo las puertas a una nueva forma de entender el metal. La evolución había llegado y había pillado por sorpresa a una Europa a la que le costó años reaccionar a la agresividad americana.


No hay más que ver esta gráfica para comprender que a partir de los ochenta el reinado británico tocaría a su fin. Estoy seguro de que las grandes multinacionales musicales también pensaron lo mismo y vieron en lo americano un filón publicitario del que no conozco parangón dentro de la historia de este género. Decidme sino cómo se puede explicar que esto sonara en un canal como MTV a plena luz del día:


Y por supuesto, decidme qué haríais si esta apisonadora sónica comandada por esta especie de Atila endemoniado viniese directa a por vosotros. Porque por lo que a mí respecta, o me uno o me aparto:

Estrategias comerciales y actitudes insanas aparte estaba claro que, como hemos visto en repetidas ocasiones en muchos ámbitos históricos, la sociedad americana había conseguido destilar algo ya constituido para acabar extrayendo un producto que se pudiera vender de forma masiva.  De esta manera -y ejecutando una especie de justicia divina- restablecían los días de Chuck Berry y proclamaban su reinado dentro de la producción en cadena del género más duro del planeta. O eso era al menos lo que parecía. Y es que damas y caballeros, la elección de la imagen de cabecera de este post no es baladí. Porque aunque nunca se le podrá quitar el mérito a los americanos de crear algo que se convirtió en una revolución global en la música, al otro lado del charco grupos como Hellhammer, Venom, Bathory o Napalm Death estaban adelantando por la derecha a sus coetáneos gringos en cuanto a agresividad y brutalidad se refiere. Sin menospreciar la influencia de Venom, debo decir que para mí el metal extremo realmente empieza sus andanzas a partir de ese Apocalyptical Raids, solo un año después de que el thrash rompiera el molde. Y aunque también Bathory podrían llevar este estandarte con total orgullo, veo en Hellhammer/Celtic Frost los que abrieron la puerta no sólo al black, sino a todo aquello que podemos entender cómo los géneros más brutales de la música. Sólo con escuchar -y ver- algo como esto, queda patente la enorme influencia que esta banda generó entre generaciones y generaciones de músicos: 


Tras esto, como era lógico, lo extremo empezó a expandirse. Claro, si el ejército anterior había podido conquistar con facilidad las tierras metálicas siendo "solo unos salvajes hunos", ¿qué no iban a hacer estos berserkers? Mirad esta comparativa entre el malogrado thrash con respecto a su gemelo malvado, el death metal, y comprenderéis perfectamente el momento en el que uno toma el trono del otro:


Así que aquí estamos, con el grupo de asalto más duro y extremo del planeta (o quizá debería decir con el más oscuro y asesino), dispuesto a comerse el globo a base de riffs completamente malsanos, blast beats y voces guturales. Si volvemos a la gráfica principal, enseguida comprobamos como las líneas roja (death) y negra (black) de cada uno de estos estilos comienzan su ascensión hasta convertirse en los auténticos y absolutos reyes de la escena del metal. Y aunque hubo un momento en el que estos dos géneros estaban completamente diferenciados y casi en las antípodas en sus conceptos más fundamentales de entender la música (momento del 88 al 96), poco a poco, como muestran las gráficas, fueron convergiendo hasta convertirse en prácticamente el mismo género. Algo que los auténticos true de cada uno de los estilos odiarán hasta el fin de sus días. Y esto es curioso. Al comienzo de empezar el análisis me preguntaba el por qué del auge de estos dos géneros tan extremos en los últimos años. ¡Y hasta tenía varias hipótesis! Por ejemplo: habían conseguido, como si de una empresa se tratara, diversificar sus activos en cada vez más y más subgéneros que cubrían las necesidades de un público creciente. Otra era que habían conseguido realizar corrientes de género por país, haciendo que cada uno de ellos sonara distinto y, una vez más, satisfaciendo a un público mayor progresivamente. Y aunque ninguna era falsa, sólo eran verdades a medias. Tras devanarme los sesos lo vi claro, lo que había ocurrido era todo eso y más: habían unido sus fuerzas para crear un Gólem conjunto que podía abarcar tanto a blackers como a deathers, y a la vez conquistar a otro tipo de público que podía buscar nuevas sensaciones. Por supuesto que hay diferencias, por supuesto que hay grupos de uno y otro estilo bien definidos, pero durante los últimos años, la tendencia general ha sido la de converger hacia un mismo y brutal centro. Y aquí amigos, dejaré simplemente que hablen los datos porque creo que yo ha he hablado demasiado:



Una vez llegados a este punto creo que es necesario ya explicar el porqué de la era moderna. Pues bien, cualquiera que haya escuchado más de una vez todos los estilos que he nombrado puede ver casi a vista (u oído) de pájaro que el groove metal que surge en los noventa no es la evolución natural de ninguno de estos caminos que tomó el heavy, ya que se nutre de otros estilos fundamentalmente distintos para crear su sonido. Y a su vez, también puede ver muy claramente que el groove de -por ejemplo- Pantera, sentó las bases que otros grupos tomaron prestadas para crear otras vertientes y que, dependiendo de quién hable, lo denominará nu-metal o chándal-metal. 
A los pocos años de este suceso se producirá el acontecimiento que he dado a llamar "The Splitting", a través del cual se produciría un resquebrajamiento en el metal que crearía cientos de nichos que harían cada vez más difícil diferenciar qué música podía ser catalogada como metal y cuál no para el profano -incluso para el experto-. En cualquier caso, esto es algo que ya no nos atañe de la misma manera porque su importancia para el desarrollo del movimiento, aunque notable, no es comparable a los grandes momentos planteados anteriormente (quizá sea objeto de un nuevo Addendum, quién sabe).

Lo que sí podemos diferenciar sin ningún lugar a dudas es que la variedad y la diversidad que ha creado un género tan "joven" como el metal en unos cuantos años resulta totalmente indescriptible para alguien que no se adentra hasta el fondo en sus laberínticas telarañas. Pero os aseguro que sea cual sea el camino que toméis al empezar acabaréis completamente atrapados en sus maléficas redes.

We'll Burn the Sky - Elogio del Heavy Metal en tres movimientos (III)

 Tercer Movimiento - Taken by Force


Casi sin querer llego al final de la aventura introspectiva a la que estos meses tan extraños me han empujado. Y llego muy bien acompañado. Os diría que vengo acompañado por mis padrinos. No sé si os habéis fijado, pero ya dí a entender por dónde iban a ir los tiros en mi preludio a esta trilogía, porque ese sampler tan desgastado de la desaparecida Very Metal fue el primero que tuve de una larga colección de recopilaciones generadas por revistas que me enseñaron que el Heavy Metal se había convertido en uno de los géneros más prolíficos y variados de la música popular. No os preocupéis, si no lo habéis visto, podéis hacer rewind y fijaros algo mejor en el grupo que aparece en la portada de ese disco. Adelante, espero. ¿Ya? Efectivamente, no podía estar hablando de otros que no fueran la banda alemana más grande de todos los tiempos: Scorpions.

El caso es que ha sido sólo a través de esta investigación retrospectiva por la que me he dado cuenta de lo unidos que han estado siempre mi evolución metálica y la figura de estos gigantes de la escena. No contentos con el comentado cedé de la revista de marras, los teutones aparecieron poco después para deslumbrarme con una de las composiciones más brillantes que podamos atribuir a un grupo de Hard Rock (aunque me atrevería a decir que a cualquier grupo en general): In Trance. Y, ¿dónde aparecía esta canción para que un chaval de unos catorce años sin internet ni conocimientos rockeros pudiera conocerla? Pues por donde -creo- que debemos empezar todos cuando no tienes muy claro cuál es el punto de partida: una fastuosa compilación de clásicos del rock. No eran los únicos tótems de la escena que aparecían; ahí estaban Deep Purple, Status Quo, Led Zeppelin (aunque versionados por Jeff Healey Band)...Grandísimos grupos a los que admiro en gran medida. No puedo negar la influencia que han tenido por ejemplo Led Zeppelin a la hora de mi concepción de qué debería ser "escuchar música" o cómo debería sonar una verdadera banda de la música más dura del planeta. Pero había algo en la composición de los alemanes que me tenía completamente fascinado. Aunque pueda parecer un oxímoron, un misticismo se envolvía entre uno de los riffs más precisos de la historia, mientras que la voz de Klaus Meine demostraba ser capaz de traspasarte como un puñal a la vez que conseguía acunarte como si de una nana se tratara.

Por supuesto, pasados esos años iniciales llegó Internet y la consecuente sencillez a la hora de adquirir música. Sin dudarlo, corrí a conseguir los grandes discos de Scorpions para ir inyectándomelos progresivamente uno a uno. Me recorrí el Blackout, el Love at First Sting, el Crazy World... En definitiva, fui a por las que parecían las vacas sagradas. Aunque, por supuesto, mi objetivo principal era conseguir el In Trance. Puede que fuera la edad, puede que fuera que el hecho de que el thrash metal estaba atrapándome en esos momentos y necesitaba agresividad que digerir, pero no logré disfrutar del disco. Viéndolo desde el punto de vista que te otorga la edad, no puede hacerme más feliz de que esto aconteciera de esta manera y os explico por qué. 

Si en el momento en el que me acerqué al disco del 75 de estos teutones me hubiera gustado creo que se hubiera quedado ahí, en un "no está mal". Porque, como os decía, en aquellos momento yo ya me encontraba en otro punto de mi recorrido metálico y necesitaba experiencias más fuertes. Me pasó con muchas grandes bandas que, aún pudiendo reconocer su valía, no así podía disfrutarlas. Mis adorados Metallica abrieron la puerta a sonidos más extremos y perturbadores y el thrash se convirtió en mi música de cabecera. Mucha sangre ha llovido desde entonces (click aquí si no has entendido el juego de palabras musical) y mis preferencias musicales se han asentado sobre un lecho mucho más amplio que el que podía tener entonces. Por eso cuando volví a los Scorpions supe que lo había hecho en el momento correcto: si ahora volvía a sentir lo mismo que la primera vez podía confirmar que la banda sería como una más en mi vida, nada especial. Por supuesto, eso no ocurrió.

Lo curioso de toda esta historia es que la revelación no ocurrió con el state-of-the-art In Trance, como yo hubiera podido esperar, sino con el disco que hoy nos ocupa y del que poco o nada había oído yo hasta el momento. Cómo llegué hasta este disco es algo que no tengo muy claro ni siquiera  a día de hoy, pero sí que sé que, como ha ocurrido en muchas ocasiones a lo largo de mi vida, los Scorpions simplemente aparecieron cuando tenían que hacerlo. De hecho, preparando todo lo que os conté en mi primera entrada sobre esta trilogía, sin saber muy bien cómo, me topé con ellos. Como ya sabéis, una de las cosas que estuve preparando fue una base de datos sobre discos y géneros para, a través de ella, poder realizar la cronología de mi idea inicial. Pues bien, dentro de este proceso probé diferentes estrategias y una de ellas me llevó a elaborar esto:  Fijáos atentamente en los discos más escuchados de esta tabla, ¿cuál es el artista que ha realizado ese disco? Efectivamente, los Scorpions:


Se trata de una compilación que la banda publicó a mediados de los noventa en su versión para el mercado estadounidense. Llamadme loco, pero encontrar el número 1 de la lista a este disco en la era moderna por encima de gente como Drake, Kanye West, Daft Punk o Gorillaz para mí fue más una señal que me estaban lanzando que datos reales. No me quedaba más remedio que volver a ellos y comprobar por qué el universo parecía estar me estaba lanzando escorpiones a la cabeza. Os seré completamente sincero: fue como volver a casa. Además, fue como volver a casa después de un largo y variado recorrido por casi todos los lugares del mundo. De sentirte arropado en tu hogar. Y es que por alguna razón que se me escapa, Scorpions siempre han estado allí (de nuevo, link por si no se ha entendido el juego musical).

Así que, por fin, me dejo de preámbulos y divagaciones y os acompaño al viaje que supone este disco. Pongámonos en situación: Scorpions habían realizado ya grandes contribuciones a la historia del rock con discos tan sobresalientes como Fly to the Rainbow o Virgin Killer, aunque su lugar dentro del Olimpo lo habían conseguido gracias a ese increíble In Trance de 1975 (!). Los teutones sabían que habían llegado al cénit de un estilo y tras eso, sólo les quedaba pivotar hacia otros sonidos que les permitieran abarcar un territorio más amplio. Ese territorio cuasi inexplorado lo descubrieron en este álbum de 1977: Taken by Force. Sólo el título ya es premonitorio del cambio fundamental que supondría este disco hacia unos sonidos que se alejaban en cierta manera del hard rock con cierto aire progresivo para abrazar sin contemplaciones los márgenes más afilados del incipiente heavy metal. Esto es algo que el núcleo durísimo de la banda (Klaus Meine y Rudolf Schenker) dejó muy claro en los discos posteriores. ¿Dónde quedaba entonces el lugarteniente y guitarra solista Uli Jon Roth? Esta es una historia interesante.

Siendo uno de los alumnos más aventajados del icónico Jimi Hendrix, el alemán siempre había tenido muy claro cuál era su estilo a la hora de tocar la guitarra. Una forma que chocaba diametralmente con la del Káiser Schenker. Esto era algo que generaba una mezcla explosiva gracias a la cual nosotros podemos disfrutar de discos con las más altas cotas de composición musical. Sin embargo, con Taken by Force esa cuerda que no paraba de tensarse con cada canción que emanaba del grupo, estaba a punto de partirse. Lo dijo el propio Schenker en las notas que acompañan el álbum:
Uli y yo estábamos en un club y Uli se emocionó muchísimo de repente. Había visto a Monika Danneman, la última novia de Jimi Hendrix, y realmente quería conocerla. Fue en aquel instante en el que finalmente comprendí que él estaba inmerso en su propia misión artística, y que no parecía haber forma en la que él permanecería en Scorpions por mucho más tiempo.
Después de fabricar este álbum, los caminos del gran guitarrista y el resto del grupo se separaron y nunca jamás volvieron a encontrarse. En estudio, al menos:


Cuando una formación se está rompiendo por diferencias artísticas de sus miembros no hay término medio: o nos encontramos con un truño tan grande como un piano de cola o aparece una obra maestra que reinventa su parcela de música. Y en el caso de los alemanes rockeros tendríamos que hablar indefectiblemente del segundo caso. Nadie en su sano juicio podría pensar que la psicodelía y el onirismo sofisticado de Roth llevado al extremo podría provocar una buena mezcla con la férrea, marcial exactitud y simetría de Schenker. Es como si pensaras que al unir una alondra y una excavadora podría surgir la novena sinfonía. Pero ¡ah! ¿alguien nos había dicho al inicio del experimento que el majestuoso pájaro y la monstruosa máquina cuando querían, podían hablar el mismo idioma?

Esa es la clave de todo: este disco es la prueba más perfecta de que si los ingredientes son buenos, los cocineros no tienen que hacer demasiado. La muestra más evidente de que las personalidades iban a estar peleando durante todo el disco nos la encontramos ya en la primera canción: Steamrock Fever. Os vais a dar cuenta enseguida de que no exageraba con el símil que he propuesto anteriormente, ya que aquí escuchamos desde el primer segundo un martillo neumático que golpea sin descanso hasta el final del tema. Como parece que ya hemos entrado a la crítica dura del disco, vayan por delante los elogios a estos músicos, para no tener que estar repitiéndolos durante el resto del texto: estamos ante la presencia de algunos de los mejores talentos de la escena, gente que ha podido traspasar el muro del rock duro con el público masivo, pese a ser así de horteras:

Siendo totalmente sincero, muy pocos (y con muy pocos me refiero a contados con los dedos de una mano) cantantes pueden igualarse a Klaus Meine durante estos años (y casi hasta la actualidad, porque parece haber hecho un pacto con el diablo). Su mezcla de nasalidad y melodía en la voz le permiten transmitir emociones a un nivel que no he podido escuchar muchas más veces. Al mismo tiempo, no creo que haya nacido nadie con mejores dotes que Schenker para la guitarra rítmica (sólo tal vez si Taylor se hubiera puesto en algún momento a intentar agarrar las seis cuerdas), un hombre capaz de crear riffs que podrían envolver al mundo entero. De Roth ya os he adelantado gran parte de sus dotes, aunque podréis comprobarlo vosotros mismos cuando lo escuchéis. Y por supuesto, la sección rítmica, formada por Herman Rarebell a los tambores y Francis Buchholz al bajo, cumple su cometido de forma excelente, aunque siempre queda patente que aquí la batuta la llevan los componentes del núcleo duro.

Hechas las debidas presentaciones, volvamos al tema incial, Steamrock Fever. Un tema que, como ya os he comentado, abre las puertas a los Scorpions más metálicos, esos que se acercarían a tempos frenéticos en discos como Blackout o Love at First Sting años más tarde. Muy interesante el riff principal, como un zumbido cortante que se vuelve circular y que, conjuntamente con una batería de lo más original y agresiva, deja el camino abierto para que Meine ataque las estrofas de un modo apabullante. Muy atentos a todo esto porque el muro de sonido que más tarde se utilizaría en millones de canciones de heavy metal aquí da sus primeros pasos. No hay ni un hueco libre para que se escape un átomo y esa es la sensación de densidad que muchas veces se demanda en este estilo de música. El estribillo festivo contrasta de manera espectacular con estas estrofas más neuróticas, creando una liberación muy potente de adrenalina.

Este inicio de lo más cañero da paso a la razón de todas estas entradas, al motivo por el cual este disco tiene que estar en tu colección y a la demostración de por qué Scorpions son una banda que está por encima del resto. Simple y llanamente, es así. Damas y caballeros, en pie y aplaudan, ha llegado We'll Burn the Sky. Schenker y Roth dan comienzo a unos de los temas más míticos y emocionantes de la historia del rock como no podía ser de otra manera: en lucha. Una lucha sutil y elegante en la que el arpegio de Roth se va entrelazando progresivamente entre las notas de Schenker como si de una serpiente se tratara. Manteniendo esa tensión entra la apesadumbrada voz de Meine, recitando los versos de Monika Danneman de una forma que ni él mismo podrá volver a imitar en el futuro. Es una canción con tantísimo significado para los miembros de la banda que se nota que se dejan el alma en cada centímetro en el que se mueven. Y es que no nos olvidemos que es una elegía que Danneman (novia de Roth en esos momentos) le escribió a su antiguo amor: Jimi Hendrix. El aura de Hendrix se mueve por todo el tema, así como la admiración del grupo por la leyenda. Progresivamente la guitarra de Roth se va convirtiendo en una especie de viola y se integra por debajo haciendo sonar un canon a la manera más clásica al tiempo que unos violines se introducen girando alrededor de la voz de Meine. Mientras, la intensidad de la música va creciendo y creciendo hasta que se produce la primera parada de este maratón emocional. Y es que cuando Meine deja caer la última palabra de de "Everything wants you back again." y la caja de Rarebell pega su primera acometida poco más nos queda por hacer que dejarnos llevar por ese mastodóntico riff que Schenker ejecuta a la manera más alemana posible. 

Tras este ¿estribillo? volvemos a la calma y la belleza de la estrofa, sabiendo que nos espera otra descarga que nos dejará sin aliento. Y efectivamente, pasados unos minutos, nos volvemos a encontrar con Schenker a la carga de lo que parece más una ametralladora que una guitarra. Cortando absolutamente el viento producido por este huracán de guitarras nos encontramos a Meine dándole el mayor sentimiento posible a los versos más preciosistas que han cantado estos teutones:

Wait, can this be a dream
There is a voice in my head
It belongs to you, it say's
Don't cry, no need to be sad
There's a way to stay with you again
It's more than you ever had
And no death bring us apart
Our timeless love always grows
Because you are my other part

Mientras la voz de este pequeño gran hombre sigue girando a través del espacio y del tiempo, los dos guitarristas se van acercando poco a poco para ir formando una pequeña introducción de guitarras gemelas a través de la cual llegará una de las mayores explosiones de dinamita que ha podido crear cualquier grupo de rock. La forma que tiene Meine de ir haciendo crecer los últimos versos hasta hacerlos estallar como una supernova, dejando paso a uno de los solos de guitarra con mayor carga emocional que he podido escuchar en mi vida es algo que está al alcance sólo de seres de otro planeta. No puedo evitar la piel de gallina cada vez que escucho esta canción.

Por supuesto, después de un tema que está a la altura de Stairway to Heaven (y que venga alguien a discutírmelo) los teutones muy sabiamente buscan reducir la profundidad y nos ofrecen un tema enteramente compuesto por Roth, I've got to be free. Es una canción rockera y directa, con Meine en unos registros que creo que no volvería a practicar a lo largo de su carrera, completamente agudo y canalla. Un tema que para mí debe ser disfrutado completamente en directo, consumiendo toda la energía que desprende y liberándote de todas las preocupaciones (hoy estoy juguetón con las palabras).

No nos dan mucho respiro los alemanes para recomponernos el espíritu ya que la descarga de Roth da paso a The Riot of your Time, compuesto por ese núcleo duro que forman Meine y Schenker. Y es que hablando del Rey del Rock, uno de los ídolos más importantes para estos músicos, ya podíamos suponer que la emoción estaba servida. Comenzando al puro estilo Elvis con unas guitarras acústicas, la banda nos va introduciendo a través de unos pasajes cuasi fantasmagóricos (ojo al trabajo de canon por debajo de los riffs que se marca otra vez el amigo Roth). La nostalgia por esos años dorados que nos brindó el rock de los cincuenta y los sesenta es el leitmotiv de este tema que consigue la sublimación a través del solo de Roth, uno que crece de forma progresiva y sencilla representando todos esos músicos que dieron sentido al género que amamos.

The Sails of Charon viene de nuevo de la mano exclusiva de Uli Jon Roth y nos transporta de alguna manera a unos paisajes arabescos con uno de los riffs más impresionantes de todo el album. Por si fuera poco con ese riff inicial, el genio de las seis cuerdas nos inyecta en vena un solo de esos que sólo pueden materializarse mediante la mente de un completo chiflado, sin que ni siquiera Klaus haya soltado una sola nota a través de su garganta. El tema va evolucionando hacia un rock duro que bien podría haber creado un señor llamado Ritchie Blackmore, gracias a esa ambientación entre neoclásica y medieval. Y da paso a mi segunda preferencia en este disco. Y es que este tema lo tengo que reivindicar contra viento y marea. No es normal lo que estos alemanes consiguen hacer en esta canción. ¿La estás escuchando? ¿Sí? Vale, párala. Párala en el segundo 0:12. ¿Qué oyes ahí? ¡Efectivamente! Una guitarra funky, algo que podría haber sonado perfectamente en un disco de la Motown. Este Roth sin duda tenía un talento fuera de lo común. ¿Y qué me decís de la banda? ¿Cómo consiguen pasar de esos sonidos más cercanos al soul y el funk a unas de las creaciones más grandilocuentes de la historia del rock (gracias principalmente a esa voz de Meine que sube hasta el cielo y lo traspasa) en apenas dos minutos? Es algo que todavía no entiendo. Quizá nunca lo haga, pero poco importa. Disfrutadla, se lo merece.

Nos acercamos peligrosamente ya a la recta final del disco con las dos canciones más alejadas entre sí de todo el repertorio pero que curiosamente marcarán la carrera de los subsiguientes Scorpions. He's a woman, She's a man es un trallazo directo a la yugular que no deja lugar a contemplaciones y que nos muestra el rumbo de la dirección creativa que querían seguir Schenker y Meine. Tanto es así que sus siguientes discos están plagados de este tipo de torpedos (Coming Home, Dynamite, Bad Boys Running Wild, Lovedrive, Blackout...) aderezados todos ellos por las igualmente talentosas garras de Matthias Jabs, que entraría a la banda en el siguiente disco y continuaría hasta nuestros días. Por otro lado tenemos Born to touch your Feelings, un mega baladón de los Scorpions en todo su esplendor. Para mí, esta es la primera balada con la receta Scorpions, esas que les harían famosos en todo el mundo como unos maestros de este tipo de composición. Y cerrar un disco con una canción de este calibre, que poco o nada tiene que envidiar a otras más famosas de la banda como Still Loving You o Holiday como ya he repetido hasta la saciedad en este post, está a la altura sólo de seres de otro planeta.

Y si ellos cierran con esa canción, yo cierro con este disco mi pequeña trilogía sobre mi vuelta a los orígenes. Sobre una búsqueda algo más profunda de mí mismo. No sería la persona que soy hoy de no haber sido porque a mis trece años empecé a escuchar a Metallica, Led Zeppelin, Mago de Oz, Scorpions, Judas Priest, Iron Maiden, Extremoduro, Marea y tantísimos, tantísimos otros. Nunca podré agradecer lo suficiente todo lo que la música ha hecho por mí, pero espero que esto sirva como una pequeña y dulce introducción al caos.

Puedes ver aquí el resto de la trilogía:

We'll Burn the Sky - Elogio del Heavy Metal en tres movimientos (II)

Segundo Movimiento  - Into Glory Ride


Vale, sí. No creo que exista nada más hortera que esta portada. Quizá ese pañal gigante con piel de cordero sea lo único que supere al conjunto. Y si nos ponemos a comentar lo que Manowar representa voy a estar de acuerdo en todo lo negativo que podáis pensar: que su autoproclamación de "reyes del Metal" suena ridícula e incluso algo ofensiva (no olvidemos que ellos también son la vara de medir de lo que se puede o no considerar "true metal"); que la mayoría de nosotros podría componer una canción de la banda simplemente combinando algunas de sus palabras clave: steelthunder, blood, sky, warrior, metal, kill o king, por poner los ejemplos más sangrantes; incluso que en su afán por seguir sonando como el verdadero e inimitable "true metal" se han convertido más en una parodia de sí mismos que en algo que la comunidad pueda respetar.

Como os digo, no tengo nada que decir sobre todas estas afirmaciones, ya que son las mismas que sobrevolaban mi cabeza cuando conocí a la banda. Y es que esa fachada tira para atrás al más metalero. Piensas que te vas a encontrar con una serie de discos de un grupo de señores a los que les gusta más disfrazarse que la música. Sin embargo, todo esto es cierto hasta cierto punto. Ahora entenderéis por qué digo esto.

Ya habréis imaginado que esta aventura dentro del camino de la banda más metalera de todos los tiempos comenzó con la ya citada lista de rateyourmusic de la que os hablé en la anterior entrada. Y como también habréis imaginado, mi sorpresa al ver este disco en el tercer puesto de la lista, sólo por debajo de Powerslave y Sad Wings of Destiny, no pudo ser más mayúscula. ¿Estos tipos vestidos de Conan a la altura de dos piedras angulares del género? No daba mucho crédito al ránking pero aún así decidí darle una oportunidad al disco. Y decidí hacerlo por dos razones: porque el mismo usuario ya me había convencido lo suficiente con el USPM y porque pensé que quizá hubo un punto en la carrera de Manowar en el que no estaban pensando tanto en parecer metaleros como en serlo.

Mis anteriores encuentros con la banda musculosa habían sido efímeros. Alguna canción suelta del Kings of Metal que me parecía bastante buena, varias escuchas al Fighting the World (que me sigue pareciendo un disco de Kiss), una pequeña obsesión con Warriors of the World United (ese tipo de obsesión que te hace escuchar la misma canción en repeat durante semanas). Poco más. No terminaban de conquistarme ni su estética ni su mensaje, aunque cuando los escuchaba sí que había algo que me atraía, sin saber muy bien qué o por qué.

Así que como no podía ser de otra forma, me coloqué mis pulseras de cuero y pinchos y le di al play. Pero antes de comenzar a describiros mis sensaciones, no puedo dejar pasar esta oportunidad de oro. Porque gracias a este álbum yo he descubierto a otros Manowar y me gustaría animar a todo aquel que tenga cierto interés en hacerlo que se me una. Pero no con este disco, sino con la canción que le da título al mismo: Battle Hymn de su anterior y primer disco Battly HymnsSinceramente, esta es una canción que puede sustentar toda una carrera musical. Si Manowar sólo hubieran grabado esto ya se habrían ganado un lugar en el Panteón de los más grandes del género. Afortunadamente para nosotros, todavía tenían unos cartuchos extras de sobrada calidad. Si podemos categorizar como paradigma del metal épico alguna canción en la historia, sin duda sería esta. Comenzando como un medio tiempo muy potente, las melodías de cada uno de los músicos se van entrelazando al compás del gallardo ritmo de la batería de Donnie Hamzik, y cuando el portentoso Eric Adams comienza a agitar su instrumento recitando aquello de "By moonlight we ride, ten thousand side by side" te das cuenta de que aquí estamos hablando de algo más que un simple grupo americano. Aquí estamos hablando del poder de la música, de la capacidad de generar los más dispares y profundos sentimientos a través del conjunto de los diferentes elementos  que la conjugan. Porque tras la primera cabalgada en la que nos encontramos frente a frente con el enemigo, estos cuatro guerreros nos transportan a la visión de ese Valhalla que todos los combatientes anhelan mediante un onírico pasaje en el que prácticamente podemos notar a Adams acunándonos con su voz. Y sólo un minuto más tarde consiguen sacudirnos hasta las entrañas con la que es -a mi parecer- la mejor representación de una cruda y épica batalla en la historia de la música popular. El momento en el que entra la banda con toda la potencia imaginable mientras Eric alcanza notas que no son de un ser humano cantando eso de "Sound of charge into glory ride, over the top of their vanguished pride" es sencillamente colosal. Pierdo la cuenta de las bandas que venderían su alma al diablo por poder crear algo parecido a ese minuto. Aquí nos damos cuenta de que Manowar ya lo había hecho y, aprovechando ese milagro de la creación que es Battle Hymn, decidieron estirar lo conseguido en esta canción en su siguiente disco a través de su más icónico verso: Into Glory Ride.

Tengo que matizar que, si bien el Battle Hymns no es un mal disco, tampoco es bueno. Quiero decir, el resto de canciones que lo componen se quedan más en una especie de copia a la americana de unos Judas Priest que de títulos con sello propio. Creo que DiMaio y compañía se dieron cuenta del monstruo que habían creado y decidieron que a partir de ese momento, su música se definiría así. Que cualquiera que escuchara Manowar los reconocería al instante. Gracias a esos coros, esa épica o esos trotes de la guitarra, los americanos estaban forjando en hierro candente su propia personalidad. A la vez, casi sin querer, también configuraron el tablero de juego de un nuevo subgénero que alcanzaría su madurez en los años noventa. 

Así que, un año más tarde, DiMaio, Adams y compañía recogieron su propio legado y dieron a luz al disco que nos ocupa hoy, esta vez contando en sus filas con el batería Scott Columbus. Sé que Columbus no es el batería más técnico del mundo, pero tampoco entiendo las críticas que se le achacan. Creo sinceramente que es un elemento clave para el sonido Manowar, además de ser una pieza que permite sostener en la tierra a sus extravagantes y excesivos compañeros. Para muestra de mi argumento basta encontrarnos un sólo de batería de más de cuatro minutos en una canción que supera los 28 minutos de duración en el Triumph of Steel (época Rhino). Ahora bien, hechas todas y cada una de las presentaciones, es hora de centrarnos.

El disco arranca con la vena más macarra de estos Manowar con Warlord, recordándonos, o en cierta forma cerrando, las ya citadas canciones de su Battle Hymn. Es un tema que, como ya apuntaba en las anteriores, nos puede recordar a los Judas Priest más directos (esos del Hell Bent for Leather o Breaking the Law). Para mí esta canción constituye el eslabón más débil de toda la cadena del disco, ya que aporta poco o nada nuevo al género o a la carrera de Manowar. Pero cuando acaba este tema...¡ah! Nos encontramos con Secret of Steel, una canción que reduce exponencialmente el tempo que había mostrado su predecesora a través de los pausados y rítmicos golpes de Columbus en la batería, y unos riffs de la sección de cuerdas que, aunque pudiera parecer que retoman la tradición sabbathiana, en realidad están explorando otro sendero. Porque este conjunto de elementos no pretende arrasar con todo lo que encuentre a su paso como lo hacen los de Iommi, sino más bien arroparte, envolverte en su manto de acero y hacerte volar hacia el Valhalla como un auténtico guerrero. No hay más que escuchar esos coros semicelestiales del estribillo o el "RISE" que se repite casi como un susurro de un antiguo Dios que te anima a seguir en la batalla. ¿Toda esta explicación no os suena peligrosamente a algo? Os estoy dando pistas.

Llegamos a una pieza clave dentro de este disco y sin duda en la carrera de Manowar: Gloves of Metal. Y digo clave no tanto por el apartado musical (esto fluctuará mucho con los años) sino más bien por el estilístico: aquí la banda plasma su leitmotiv más fundamental, esos lemas que repetirán en todos y cada uno de sus discos: qué es ser metalero, cómo serlo, los metaleros somos una comunidad que jamás se destruirá, combatimos al mundo, etc. No hay más que ver el video oficial de la canción para entender lo que digo:

Y volvemos a la horterada máxima

Tras su propia declaración de Independencia frente a los padres del género (sin dejar de reconocer su influencia y legado), Manowar transita hasta la costa de un territorio del que serán sus primeros exploradores y que acabaría siendo conquistado años más tarde por unos nórdicos con la cara pintada y adoradores del rey del Inframundo. Porque sí, queridos lectores, Gates of Valhalla es la primera pieza que podemos catalogar genuinamente dentro del universo del Viking Metal. Y no admito discusión posible sobre esto.

Que sí, que Quorthon y sus Bathory fueron los propulsores. Estoy de acuerdo. Que hubo grupos antes que también hicieron algo parecido (Heavy Load, Legend...), también. Pero nadie puede negarme ni que los antecesores suenan como debe hacerlo una banda de viking ni que los predecesores suenan peligrosamente parecidos a lo que se expone en este disco, principalmente a esta canción. Tempos lentísimos pero sin sonar a doom, teclados que crean esa sonoridad épica, letras sobre batallas y mitología, cuerdas que generan una atmósfera envolvente... Y es que si existiera algo parecido al metal atmosférico (creo que lo más aproximado sería el post metal), sin duda, este sería uno de los discos clave. Porque Manowar en este disco abandona todo objetivo de sonar cortantes o directos y, simplemente, te presenta sensaciones, escenarios: una árida playa donde ha ocurrido una tremenda y sangrienta batalla, un prado donde yacen los guerreros que ya han partido hacia el Valhalla, un oceáno que atravesar para llegar hasta las costas del enemigo... Por supuesto, lo hacen con los mejores mecanismos posibles: los arpegios sosegados que recuerdan a las olas del mar del comienzo de Gates of Valhalla, el denso y pesado riff de la definitoria Gloves of Metal o la tremenda voz de Eric Adams en los dos siguientes temas, que representan para mí las dos caras opuestas del disco: Hatred y Revelation (Death's Angel). Porque donde Hatred va carcomiendo toda la bondad que puede existir en la música y se convierte seguramente en la canción con la atmósfera más opresiva de toda la carrera de la banda, Revelation  se desliza como una jabalina por el aire para acertar en el punto más central de la diana de ese metal elegante y con clase del que Manowar formaron parte. 

Quiero señalar algo de la sabbathiana -ese riff SÍ que lo podría haber escrito Iommi- Hatred  y es la espectacularidad de la voz de Eric Adams, y principalmente, su habilidad para hacerse pasar por un instrumento más dentro de la banda. Aunque esto sea una constante durante todo el disco, creo que dónde más se puede apreciar esto es en esta canción. Un instrumento que es vital para una banda que está elaborando su nuevo sonido porque permite rellenar esos huecos en los que los americanos querían dejar hablar a los dioses.

Pero por si la demostración de Adams no había sido suficiente con esa jauría de alaridos sobrehumanos que conforma Hatred, el americano demuestra una vez más en Revelation que sus cuerdas vocales bien podrían estar aseguradas como tesoro nacional. Y aquí me pongo serio, porque si este disco me entró con Gloves of Metal, me conquistó con esta canción. Y principalmente lo hizo a través de los primeros dos minutos. Primero con ese sonido tan nórdico de los primeros compases y más tarde con esos agudos de Adams que dan paso a uno de los riffs cabalgantes más emocionantes del metal de los ochenta. Pero escuchad muy atentamente esos agudos a los que me refiero, porque cuando Adams libera la frase "Dine with the Beast" se queda manteniendo la nota durante unos segundos y a continuación, allí donde los simples mortales simplemente dejarían de respirar, realiza un crescendo es escalas que lo sitúa en el asiento de la izquierda del señor Halford.

Nos acercamos al final de esta aventura colosal y épica, plagada de espadas, sangre, mitología y fantasía. Yo estoy algo exhausto de moverme por el campo de batalla, pero Manowar todavía tiene fuerzas para regalarnos el tema más extenso del disco: March for Revenge (by Soldiers of Death). Muy en la línea de Battle Hymn, la canción nos presenta la ya típica sonoridad épica y nórdica. Y sinceramente, cuando Adams grita eso de "Steel meet Steel" a mí se me pone la piel de gallina. 

Y ahora sí, acaba este segundo disco de Manowar, que también supone el segundo acto de esta especie de Sinfonía en la que me he embarcado. Quizá a muchos os sorprenda que en mi Elogio del Heavy Metal esté incluyendo grupos tan poco representativos como los de USPM o estos Manowar menos conocidos, pero precisamente de eso se trata. Todos conocemos los grandes nombres, los grandes discos y las grandes actuaciones, pero quizá nos perdamos algo de la magia que desprenden muchos otros que se esconden bajo la superficie. Porque formar parte de una comunidad que ondea la cantidad de banderas que aparecen en el minuto 2:42 de este vídeo sin diferenciar fronteras, razas o etnias es algo increíblemente emocionante para mí. Y sólo por ser capaces de generar eso en tantísima gente, estos veteranos se han ganado el derecho de ser todo lo horteras que quieran ser.



We'll Burn the Sky - Elogio del heavy metal en tres movimientos (I)


Primer Movimiento - Acero, Truenos y Gloria (Descubriendo el USPM)
Deliver us from evil today, deliver us from evil we pray!

Para continuar con mi búsqueda tal y como había planteado en mi anterior entrada necesitaba desandar lo andado. Por ello me dispuse a recorrer la web de Rateyourmusic, sitio en la que había pasado largas horas durante mi adolescencia consultando listas sobre los mejores discos del heavy metal. ¿Qué trataba de conseguir? Información. Mi búsqueda iba dirigida a conocer más y más y con ello descubrir la canción perfecta, el disco perfecto, el grupo perfecto. Evidentemente eso nunca llegó, aunque hubieron algunos por el camino que se quedaron muy cerca los estándares.

Pues bien, una vez establecidos los parámetros que quería seguir, caí en la cuenta rápidamente de algo fundamental: me sabía todas las listas. Ya conocía todos los discos que iban a aparecer en ellas: el magnífico streak de los cuatro primeros discos de Black Sabbath, Zeppelin o Deep Purple, las mejores rachas de Iron Maiden o Metallica, el increíble Sad Wings of Destiny u otros tantos de los Metal Gods. y ya dependiendo de los gustos del reseñista podríamos ver más discos de power, como podrían ser los primeros de Helloween, Hammerfall, incluso Angra o Gamma Ray, de thrash (Slayer, Testament, Megadeth, Anthrax, Overkill, Kreator), incluso del Death más primigenio (Death, Morbid Angel o Cannibal Corpse). Y ojo, no me malinterpretéis, yo adoro estos discos tanto como estos usuarios que los incluyen en sus rankings, pero no era esto lo que estaba buscando. Quería salirme del canon del heavy metal, ahondar en sendas ocultas a la vista y bucear entre aguas pantanosas.

Cuando casi me había dado por vencido con rateyourmusic algo pasó: dí con una lista con álbumes de los que poco o nada había oído hablar en los primeros puestos del ranking. Grupos como Manilla Road, Cirith Ungol, Warlord, Heavy Load o Jag Panzer se enmarcaban dentro del top de este autor. Receloso, me puse a investigar dichos grupos para saber si lo que estaba diciendo este hombre tenía sentido o era una completa exageración. Ahora puedo decir sinceramente que tenía más de lo segundo, pero mucho me temo que el propósito de este autor no era precisamente la exactitud ni el rigor en su elaboración de la lista, sino otro bien distinto. Lo que me parece que intentaba -y que consiguió conmigo- era el abrir una puerta a un mundo que gran parte del público desconocemos. Por supuesto, estoy hablando del fascinante mundo del United States Power Metal (USPM).

Os voy a resumir en tres puntos principales porque este descubrimiento ha sido tan importante y cautivador para mí a estas alturas de mi vida:
  1. Porque tras quince años escuchando infinidad de subgéneros del metal pensaba que era imposible que algo me sorprendiera. Sabía que podían surgir nuevos estilos, pero no que pudiera descubrir un movimiento como este que prácticamente se gestó con un año o dos de diferencia de la NWOBHM, el punto de partida que definió realmente lo que íbamos a considerar heavy metal. 
  2. Porque sin duda alguna este subgénero representa lo mejor del metal. Son un puñado de bandas con mucha ilusión y un objetivo en mente: sonar diferentes al resto. Se puede percibir en sus discos y en su música todo lo naive que era esa época y todos los sueños que habían volcados entre sus partituras.
  3. Y porque, por encima de todo, estos grupos me devolvieron la ilusión adolescente por esta música tan increíble y que tanto me ha aportado. Al final siempre somos los mismos, pero con el paso de los años nos disfrazamos con diferentes caretas. Estos grupos me recordaron que yo siempre seré ese metalero que empezó a entender lo que era realmente la música entre discos de Mago de Oz (no lo voy a esconder), Led Zeppelin, Metallica y Scorpions.
No os voy a hacer una guía o una reseña de este estilo porque para eso tenéis el magnífico trabajo de esta página, donde podéis encontrar definiciones, discos recomendados, la evolución del género desde los ochenta...en definitiva, toda la información importante sobre el USPM. Lo que sí os voy a intentar transmitir son mis sensaciones cuando comencé a escuchar estos discos y el poder de seducción que creo que tienen.

Y es que esa ilusión de la que os hablaba en estos discos es tan palpable que se contagia. Ahora puedo entender porque al autor de la lista le fascina tantísimo el género, ya que esa mezcla que contiene del heavy metal primigenio, letras y temática épicas con todo un aire de misticismo alrededor de cada grupo es algo que a mí también me ha conquistado. Por supuesto, debemos reconocer que ninguno de los cuatro discos que he seleccionado para componer este texto (Crystal Logic de Manilla Road, King of the Dead de Cirith Ungol y Deliver Us de Warlord -el cuarto lo sabréis más adelante-) tienen una calidad de sonido espectacular. Hay que pensar que son los primeros discos de grupos sin demasiado presupuesto y la producción no es la mejor, pero poco importa eso cuando te colocas los auriculares y el estallido de acero comienza.



Un estallido que se engarza casi sin querer con todas tus vivencias. Y es que el poder de la música es algo que siempre me fascinará. Puede almacenar recuerdos que despiertan con un acorde de guitarra, generar sentimientos que ni siquiera sabías que podían existir, darle sentido a aquello que te ronda la cabeza y no tiene demasiada explicación o crear atmósferas que te transportan directamente a un mundo nuevo y desconocido. Entre muchas otras cosas, los grupos de los que hablo hoy son de este último orden.

Tanto Manilla Road con su Crystal, como Cirith Ungol con el King y Warlord con el Deliver consiguen algo tremendamente complicado: sonar tan originales y propios que desarrollan para el oyente toda una intricada red de nuevas sensaciones, como si de descubrir un nuevo mundo se tratara. Mientras que Manilla Road se las apañan para darte alguna poción mágica -de las que pueden formar parte de sus letras -y que así te sientas como ese vikingo que nos saluda alegremente desde la portada, cabalgando a lomos de su corcel directamente hasta esa especie de ciudadela extraña donde quizá alberguen tesoros, donde quizá alberguen peligros y donde seguro albergan batallas; Cirith Ungol presentan una propuesta directamente inspirada por los Sabbath época Ozzy, con una música que consigue desarrollar a tu alrededor un universo formado por las cavernas y mazmorras más oscuras de la creación. Y qué decir de Warlord. Tal y como muestra si inquietante portada, desde que comienza la batería a marcha marcial de su Deliver Us parecemos adentrarnos en un castillo embrujado, en algo que bien podía la famosa casa Usher de Poe, despojada quizá de su maldad intrínseca y dotada de cierto misticismo inocente. 

Así que ahí estaba yo, delante de mi ordenador, viajando a través de escenarios, historias y mundos diversos a través de tan sólo unos acordes de guitarra. Y a la vez que podía escuchar esos universos había algo más que sentía en la música de estos americanos que no podía quitarme de encima y que de alguna era lo que mantenía abrazado a ellos. Algo que me transmitía un cariño especial por estas personas que tanto esfuerzo habían dedicado a sonar diferentes al resto. Al principio no podía identificar de que se trataba, pero más tarde, investigando las biografías de cada uno de los grupos lo vi claro: lo que en realidad estaba escuchando eran los sueños rotos de un grupo de veinteañeros que volcaron todas sus ilusiones en una industria que les dio la espalda cuando más la necesitaban.

No hay que olvidar que estamos hablando de tres discos (o cuatro) que vieron la luz entre el 83-84, y quizá simplemente sus propuestas se quedaron atrapadas entre dos mundos que darían forma y color al mundo del metal americano en los siguientes años y que se estaban forjando paralelamente. Por un lado, en el mundo mainstream el país abrazó los excesos del glam metal fuera de los escenarios y su sencillez estructural dentro de ellos. Por otro, el thrash metal se alzaba desde el underground como un inmenso y violento Golem que poco a poco conquistaría -por unos años al menos- el trono del metal. Y en medio de estos dos titanes se encontraban estos grupos, que con su grandilocuencia y épica no lograron encandilar al gran público.

Quizá el escuchar un doom ¿progresivo? como el que practican los Ungol era demasiado (no todos pueden ser Black Sabbath), el mezclar el speed metal con la épica de la Necropolis de MR no enganchaba lo suficiente o prácticamente inventarte la forma de tocar un género con su Child of the Damned (unos cinco años antes de que el power se expandiera por todo el globo) fuera algo que Warlord no supo sobrellevar. Y digo sobrellevar porque Warlord especialmente fue un grupo que quería por encima de todo triunfar. Pusieron todos sus esfuerzos -físicos, económicos y mentales- en la grabación de un disco en falso directo que -según pensaban- los lanzaría directamente a la liga de los más grandes. Sobra decir que, pese a la calidad del álbum, poco más se supo de esta banda hasta dos décadas más tarde, donde pudieron volver gracias a una base de fans de culto que los reclamaba. Muy lejos quedaron todos esos sueños de estrellato y de invadir de metal cada casa estadounidense.

Por la razón que fuera, no me cabe la menor duda que cualquier de estas formaciones podría merendarse sin problemas en calidad y magia a grandes bandas que hoy cuentan con el beneplácito de la audiencia. Pero he de decir que hasta ahora no he sido del todo sincero con vosotros, porque esto es lo que me he estado guardando durante todo el post: hubo una banda que sí consiguió traspasar esa frontera y crear un cisma entre los dos dimensiones predominantes. Dentro de esta vorágine de nuevas bandas, estilos y prácticamente galaxias enteras, un grupo surgió como un trueno en el firmamento para conseguir ganar la batalla que sus compañeros habían perdido con un disco sin precedentes que marcaría las bases de diversos estilos en el futuro y los situaría como el epicentro del metal americano por excelencia. Como ya habréis imaginado, no podía estar refiriéndome a otro disco que el Into Glory Ride de los -autoproclamados- reyes del metal, Manowar.

We'll Burn the Sky - Elogio del heavy metal en tres movimientos (Preludio)

Preludio - Música, datos y spotify

Sí, tres movimientos. Nada más y nada menos. Tres movimientos que a su vez constan de un preludio y dos addendums. Tarea titánica para vosotros, mis lectores. Una tarea que debía hacer, porque si de algo me he dado cuenta en todos estos años que llevo escribiendo intermitentemente este blog, es de que se ha convertido ya por derecho propio en un espacio en el que volcar mis inquietudes. En mi diario musical; sí. En un diario musical a través del cual se puede descifrar (al menos yo puedo hacerlo) gran parte de mis sensaciones, sentimientos o estados de ánimo que he ido experimentando mientras escribía las entradas que realizaba. Y sin duda estos posts van a constituir uno de mis mayores logros introspectivos de mi vida. Pero no nos adelantemos y vayamos al comienzo de esta historia.

Os pondré un poco en situación. Es 2020, el mundo está sufriendo los efectos de un virus llamado Covid-19 que ha cumplido con todas las expectativas que una película apocalíptica podía desear y, aunque parece que mi país (España) ha sobrepasado el peor golpe, todo es incertidumbre y desconcierto. Por no hablar de que la situación mundial es la peor en toda la evolución de la enfermedad. Dentro de esta vorágine cada uno de nosotros ha ido buscando su tabla a la que asirse contra el maremoto. Porque así somos los humanos, si se nos ataca con incertidumbre e inconsistencia lo que hacemos es inventarnos las certezas a las que agarrarnos.

Hay que entender que uno de los pilares fundamentales de mi vida está sostenido por la música. Por eso, cuando durante el confinamiento se me ocurrió (inconscientemente, claro) que debía realizar una cronología de toda la música que he escuchado desde que empecé a tomar conciencia de eso que entendemos como escuchar y no sólo oír, supe al instante qué es lo que intentaba hacer con este acto: intentaba buscar una madera más grande a la que subirme.

Así que me puse a ello. Debéis entender algo, para mí realizar esa tarea no es algo tan imposible como se pudiera pensar, ya que cuando dedicas gran parte de tu tiempo libre a la música, llevar un registro de -más o menos- todo lo que has escuchado no es tan complicado. Pero, evidentemente, había muchas lagunas, había muchos huecos que rellenar, recuerdos que traer de vuelta, sonidos que volver a encajar en mis oídos tras 15 años de espera...en definitiva, había mucho trabajo que hacer. 

Lo que tenía clara era una cosa, me iba a encontrar con mucho, mucho metal. Desde los 13 años, que fue la edad con la que comencé a adentrarme de lleno en la música hasta prácticamente los 17-18, lo único que escuchaba era metal. A partir de ese momento fui abriendo el oído y la mente al resto de estilos. Por eso, uno de mis primeros esfuerzos fue el de recoger todos mis discos físicos, ordenándolos por fecha de escucha. Los que más pistas me proporcionaron fueron estos samples de diversas revistas que me compraba en mis primeros acercamientos al género. 

can you feel it?

Era 2003 y el acceso ilimitado que tenemos ahora mismo a prácticamente toda la música del planeta no existía, por lo que estos discos en los que podías escuchar como mínimo a doce artistas distintos, muy habitualmente de doce estilos diferentes, tenían un precio incalculable. Fue la parte más importante en mi iniciación dentro del mundo de la música pesada, porque gracias a escuchar estos discos y leer estas revistas me hice una idea muy clara de qué era el heavy metal y qué subgéneros contenía. Estaba descubriendo todo un mundo y sus puertas se abrían ante mí recubiertas de cuero y acero.

Pero de momento eso es harina de otro costal (y frases para otra entrada). Lo que nos importa para este preludio es sin duda mi siguiente idea para seguir recopilando música que integrase mi cronología. Y para ello pensé en hacer una recopilación por año de publicación de una gran cantidad de discos. Si me ponía a mirar discos que se publicaron en 2003, en 2004 encontraría muchas más piezas de las que tirar. Eso pensaba. Sé que existen muchas páginas que integran buenas bases de datos en su sistema (algunas como https://www.allmusic.com/ o https://www.discogs.com/), de hecho, las consulto a menudo. Pero no era lo que yo buscaba. Quería algo sencillo y eficiente donde pudiera buscar por año cientos de discos y elegir cuáles había escuchado y cuáles no. Así que como no encontraba una solución que me satisficiera, me puse manos a la obra a realizarlo yo mismo.

Así estaba fusionando mi pasión con mi trabajo de una manera muy satisfactoria. Y aquí me perdonareis que me ponga algo técnico, pero es imprescindible para el resto de la historia conocer todo el proceso que he ido siguiendo. Como os decía, para mí lo principal era conseguir una base de datos que pudiera manejar más o menos a mi antojo. Tras investigar una tarde, me pareció que lo más adecuado era recoger los metadatos de Spotify. Para ello, lo que hice fue realizar llamadas a través de la API de spotify (que tiene una documentación preciosa: https://developer.spotify.com/documentation/web-api/) mediante un script de python en un Jupyter Notebook. Os dejo aquí el código por si a alguien le interesa:

El único problema que te puedes encontrar es que limitan mucho el número de llamadas. A través de la pagination conseguí un total de 2.000 resultados por año. Al final, agrupé todos esos resultados desde el año 1965 y lo matcheé todo con otras llamadas prácticamente iguales para extraer el género del artista. La llamada para álbum no te permite extraer el género, por lo que este paso para mí era fundamental a la hora de organizar la información.

Después de este proceso, conseguí lo que era mi idea inicial: un Gsheets donde tenía toda la información y con la que podía jugar a mi antojo, con datos de discos desde 1965 hasta 2020. Luego me di cuenta que quizás esto le podría servir a más gente, por lo que creé este datastudio con el que todo se visualiza de una forma mucho más gráfica y sencilla (al final un excel es un excel).


Vale, ya pasó. Fin de la parte técnica. Y, ¿por qué esto era importante para la historia? Os preguntaréis no sin razón. Por dos motivos muy sencillos:

  • Uno porque descubrí algo que me voló completamente la mente. No sé si conoceréis a la banda Ghost, unos suecos que se disfrazan de sacerdotes fantastamales y practican un metal curioso. No son santo de mi devoción, ni mucho menos, pero repasando mi BBDD encontré un grupo también llamado Ghost que sacó un disco en el año 1969 también llamado Ghost. Hasta ahí todo parece normal (no os imagináis la cantidad de artistas que se llaman Ghost), pero todo se enreda cuando descubro que el grupo moderno saca a la luz un EP en 2019 donde dicen que "sacan material extraído de los archivos de 1969" (más info sobre el album aquí: https://en.wikipedia.org/wiki/Seven_Inches_of_Satanic_Panic). Para rematar el asunto, el nombrado disco del 69' que encontré en la base de datos me ha sido completamente imposible de encontrar en Spotify. Pero existir, existe. Con un nombre perfectamente apropiado, además.

  • Y segundo, y más importante, porque me di cuenta de algo fundamental. Había podido llegar hasta la curiosa historia de Ghost por el mismo motivo que me había arrastrado hará ya más de 15 años irremediablemente hasta las fauces de la música: porque no podía dejar de buscar más y más música hecha de los hilos que tejen el averno.
Esta revelación vino como algo completamente obvio y, a la vez, totalmente catártico. Aunque siempre lo había sabido, nunca lo había tenido tan claro como en este momento: si bien disfrutaba de cualquier género musical (en un mismo día puedo escuchar a C.Tangana, John Cage, Bob Dylan o James Blake, pasando por Benny Goodman o Robert Johnson) de una forma más frívola o intelectual, el heavy metal es definitivamente lo que me remueve las entrañas y me pone la piel de gallina.

Y así acaba este preludio y comienza el primer movimiento: con una vuelta al origen, a mis comienzos en la búsqueda de los mejores álbumes de una música que marcaría gran parte de mi adolescencia y se uniría a mí para siempre.