We'll Burn the Sky - Elogio del Heavy Metal en tres movimientos (III)

 Tercer Movimiento - Taken by Force


Casi sin querer llego al final de la aventura introspectiva a la que estos meses tan extraños me han empujado. Y llego muy bien acompañado. Os diría que vengo acompañado por mis padrinos. No sé si os habéis fijado, pero ya dí a entender por dónde iban a ir los tiros en mi preludio a esta trilogía, porque ese sampler tan desgastado de la desaparecida Very Metal fue el primero que tuve de una larga colección de recopilaciones generadas por revistas que me enseñaron que el Heavy Metal se había convertido en uno de los géneros más prolíficos y variados de la música popular. No os preocupéis, si no lo habéis visto, podéis hacer rewind y fijaros algo mejor en el grupo que aparece en la portada de ese disco. Adelante, espero. ¿Ya? Efectivamente, no podía estar hablando de otros que no fueran la banda alemana más grande de todos los tiempos: Scorpions.

El caso es que ha sido sólo a través de esta investigación retrospectiva por la que me he dado cuenta de lo unidos que han estado siempre mi evolución metálica y la figura de estos gigantes de la escena. No contentos con el comentado cedé de la revista de marras, los teutones aparecieron poco después para deslumbrarme con una de las composiciones más brillantes que podamos atribuir a un grupo de Hard Rock (aunque me atrevería a decir que a cualquier grupo en general): In Trance. Y, ¿dónde aparecía esta canción para que un chaval de unos catorce años sin internet ni conocimientos rockeros pudiera conocerla? Pues por donde -creo- que debemos empezar todos cuando no tienes muy claro cuál es el punto de partida: una fastuosa compilación de clásicos del rock. No eran los únicos tótems de la escena que aparecían; ahí estaban Deep Purple, Status Quo, Led Zeppelin (aunque versionados por Jeff Healey Band)...Grandísimos grupos a los que admiro en gran medida. No puedo negar la influencia que han tenido por ejemplo Led Zeppelin a la hora de mi concepción de qué debería ser "escuchar música" o cómo debería sonar una verdadera banda de la música más dura del planeta. Pero había algo en la composición de los alemanes que me tenía completamente fascinado. Aunque pueda parecer un oxímoron, un misticismo se envolvía entre uno de los riffs más precisos de la historia, mientras que la voz de Klaus Meine demostraba ser capaz de traspasarte como un puñal a la vez que conseguía acunarte como si de una nana se tratara.

Por supuesto, pasados esos años iniciales llegó Internet y la consecuente sencillez a la hora de adquirir música. Sin dudarlo, corrí a conseguir los grandes discos de Scorpions para ir inyectándomelos progresivamente uno a uno. Me recorrí el Blackout, el Love at First Sting, el Crazy World... En definitiva, fui a por las que parecían las vacas sagradas. Aunque, por supuesto, mi objetivo principal era conseguir el In Trance. Puede que fuera la edad, puede que fuera que el hecho de que el thrash metal estaba atrapándome en esos momentos y necesitaba agresividad que digerir, pero no logré disfrutar del disco. Viéndolo desde el punto de vista que te otorga la edad, no puede hacerme más feliz de que esto aconteciera de esta manera y os explico por qué. 

Si en el momento en el que me acerqué al disco del 75 de estos teutones me hubiera gustado creo que se hubiera quedado ahí, en un "no está mal". Porque, como os decía, en aquellos momento yo ya me encontraba en otro punto de mi recorrido metálico y necesitaba experiencias más fuertes. Me pasó con muchas grandes bandas que, aún pudiendo reconocer su valía, no así podía disfrutarlas. Mis adorados Metallica abrieron la puerta a sonidos más extremos y perturbadores y el thrash se convirtió en mi música de cabecera. Mucha sangre ha llovido desde entonces (click aquí si no has entendido el juego de palabras musical) y mis preferencias musicales se han asentado sobre un lecho mucho más amplio que el que podía tener entonces. Por eso cuando volví a los Scorpions supe que lo había hecho en el momento correcto: si ahora volvía a sentir lo mismo que la primera vez podía confirmar que la banda sería como una más en mi vida, nada especial. Por supuesto, eso no ocurrió.

Lo curioso de toda esta historia es que la revelación no ocurrió con el state-of-the-art In Trance, como yo hubiera podido esperar, sino con el disco que hoy nos ocupa y del que poco o nada había oído yo hasta el momento. Cómo llegué hasta este disco es algo que no tengo muy claro ni siquiera  a día de hoy, pero sí que sé que, como ha ocurrido en muchas ocasiones a lo largo de mi vida, los Scorpions simplemente aparecieron cuando tenían que hacerlo. De hecho, preparando todo lo que os conté en mi primera entrada sobre esta trilogía, sin saber muy bien cómo, me topé con ellos. Como ya sabéis, una de las cosas que estuve preparando fue una base de datos sobre discos y géneros para, a través de ella, poder realizar la cronología de mi idea inicial. Pues bien, dentro de este proceso probé diferentes estrategias y una de ellas me llevó a elaborar esto:  Fijáos atentamente en los discos más escuchados de esta tabla, ¿cuál es el artista que ha realizado ese disco? Efectivamente, los Scorpions:


Se trata de una compilación que la banda publicó a mediados de los noventa en su versión para el mercado estadounidense. Llamadme loco, pero encontrar el número 1 de la lista a este disco en la era moderna por encima de gente como Drake, Kanye West, Daft Punk o Gorillaz para mí fue más una señal que me estaban lanzando que datos reales. No me quedaba más remedio que volver a ellos y comprobar por qué el universo parecía estar me estaba lanzando escorpiones a la cabeza. Os seré completamente sincero: fue como volver a casa. Además, fue como volver a casa después de un largo y variado recorrido por casi todos los lugares del mundo. De sentirte arropado en tu hogar. Y es que por alguna razón que se me escapa, Scorpions siempre han estado allí (de nuevo, link por si no se ha entendido el juego musical).

Así que, por fin, me dejo de preámbulos y divagaciones y os acompaño al viaje que supone este disco. Pongámonos en situación: Scorpions habían realizado ya grandes contribuciones a la historia del rock con discos tan sobresalientes como Fly to the Rainbow o Virgin Killer, aunque su lugar dentro del Olimpo lo habían conseguido gracias a ese increíble In Trance de 1975 (!). Los teutones sabían que habían llegado al cénit de un estilo y tras eso, sólo les quedaba pivotar hacia otros sonidos que les permitieran abarcar un territorio más amplio. Ese territorio cuasi inexplorado lo descubrieron en este álbum de 1977: Taken by Force. Sólo el título ya es premonitorio del cambio fundamental que supondría este disco hacia unos sonidos que se alejaban en cierta manera del hard rock con cierto aire progresivo para abrazar sin contemplaciones los márgenes más afilados del incipiente heavy metal. Esto es algo que el núcleo durísimo de la banda (Klaus Meine y Rudolf Schenker) dejó muy claro en los discos posteriores. ¿Dónde quedaba entonces el lugarteniente y guitarra solista Uli Jon Roth? Esta es una historia interesante.

Siendo uno de los alumnos más aventajados del icónico Jimi Hendrix, el alemán siempre había tenido muy claro cuál era su estilo a la hora de tocar la guitarra. Una forma que chocaba diametralmente con la del Káiser Schenker. Esto era algo que generaba una mezcla explosiva gracias a la cual nosotros podemos disfrutar de discos con las más altas cotas de composición musical. Sin embargo, con Taken by Force esa cuerda que no paraba de tensarse con cada canción que emanaba del grupo, estaba a punto de partirse. Lo dijo el propio Schenker en las notas que acompañan el álbum:
Uli y yo estábamos en un club y Uli se emocionó muchísimo de repente. Había visto a Monika Danneman, la última novia de Jimi Hendrix, y realmente quería conocerla. Fue en aquel instante en el que finalmente comprendí que él estaba inmerso en su propia misión artística, y que no parecía haber forma en la que él permanecería en Scorpions por mucho más tiempo.
Después de fabricar este álbum, los caminos del gran guitarrista y el resto del grupo se separaron y nunca jamás volvieron a encontrarse. En estudio, al menos:


Cuando una formación se está rompiendo por diferencias artísticas de sus miembros no hay término medio: o nos encontramos con un truño tan grande como un piano de cola o aparece una obra maestra que reinventa su parcela de música. Y en el caso de los alemanes rockeros tendríamos que hablar indefectiblemente del segundo caso. Nadie en su sano juicio podría pensar que la psicodelía y el onirismo sofisticado de Roth llevado al extremo podría provocar una buena mezcla con la férrea, marcial exactitud y simetría de Schenker. Es como si pensaras que al unir una alondra y una excavadora podría surgir la novena sinfonía. Pero ¡ah! ¿alguien nos había dicho al inicio del experimento que el majestuoso pájaro y la monstruosa máquina cuando querían, podían hablar el mismo idioma?

Esa es la clave de todo: este disco es la prueba más perfecta de que si los ingredientes son buenos, los cocineros no tienen que hacer demasiado. La muestra más evidente de que las personalidades iban a estar peleando durante todo el disco nos la encontramos ya en la primera canción: Steamrock Fever. Os vais a dar cuenta enseguida de que no exageraba con el símil que he propuesto anteriormente, ya que aquí escuchamos desde el primer segundo un martillo neumático que golpea sin descanso hasta el final del tema. Como parece que ya hemos entrado a la crítica dura del disco, vayan por delante los elogios a estos músicos, para no tener que estar repitiéndolos durante el resto del texto: estamos ante la presencia de algunos de los mejores talentos de la escena, gente que ha podido traspasar el muro del rock duro con el público masivo, pese a ser así de horteras:

Siendo totalmente sincero, muy pocos (y con muy pocos me refiero a contados con los dedos de una mano) cantantes pueden igualarse a Klaus Meine durante estos años (y casi hasta la actualidad, porque parece haber hecho un pacto con el diablo). Su mezcla de nasalidad y melodía en la voz le permiten transmitir emociones a un nivel que no he podido escuchar muchas más veces. Al mismo tiempo, no creo que haya nacido nadie con mejores dotes que Schenker para la guitarra rítmica (sólo tal vez si Taylor se hubiera puesto en algún momento a intentar agarrar las seis cuerdas), un hombre capaz de crear riffs que podrían envolver al mundo entero. De Roth ya os he adelantado gran parte de sus dotes, aunque podréis comprobarlo vosotros mismos cuando lo escuchéis. Y por supuesto, la sección rítmica, formada por Herman Rarebell a los tambores y Francis Buchholz al bajo, cumple su cometido de forma excelente, aunque siempre queda patente que aquí la batuta la llevan los componentes del núcleo duro.

Hechas las debidas presentaciones, volvamos al tema incial, Steamrock Fever. Un tema que, como ya os he comentado, abre las puertas a los Scorpions más metálicos, esos que se acercarían a tempos frenéticos en discos como Blackout o Love at First Sting años más tarde. Muy interesante el riff principal, como un zumbido cortante que se vuelve circular y que, conjuntamente con una batería de lo más original y agresiva, deja el camino abierto para que Meine ataque las estrofas de un modo apabullante. Muy atentos a todo esto porque el muro de sonido que más tarde se utilizaría en millones de canciones de heavy metal aquí da sus primeros pasos. No hay ni un hueco libre para que se escape un átomo y esa es la sensación de densidad que muchas veces se demanda en este estilo de música. El estribillo festivo contrasta de manera espectacular con estas estrofas más neuróticas, creando una liberación muy potente de adrenalina.

Este inicio de lo más cañero da paso a la razón de todas estas entradas, al motivo por el cual este disco tiene que estar en tu colección y a la demostración de por qué Scorpions son una banda que está por encima del resto. Simple y llanamente, es así. Damas y caballeros, en pie y aplaudan, ha llegado We'll Burn the Sky. Schenker y Roth dan comienzo a unos de los temas más míticos y emocionantes de la historia del rock como no podía ser de otra manera: en lucha. Una lucha sutil y elegante en la que el arpegio de Roth se va entrelazando progresivamente entre las notas de Schenker como si de una serpiente se tratara. Manteniendo esa tensión entra la apesadumbrada voz de Meine, recitando los versos de Monika Danneman de una forma que ni él mismo podrá volver a imitar en el futuro. Es una canción con tantísimo significado para los miembros de la banda que se nota que se dejan el alma en cada centímetro en el que se mueven. Y es que no nos olvidemos que es una elegía que Danneman (novia de Roth en esos momentos) le escribió a su antiguo amor: Jimi Hendrix. El aura de Hendrix se mueve por todo el tema, así como la admiración del grupo por la leyenda. Progresivamente la guitarra de Roth se va convirtiendo en una especie de viola y se integra por debajo haciendo sonar un canon a la manera más clásica al tiempo que unos violines se introducen girando alrededor de la voz de Meine. Mientras, la intensidad de la música va creciendo y creciendo hasta que se produce la primera parada de este maratón emocional. Y es que cuando Meine deja caer la última palabra de de "Everything wants you back again." y la caja de Rarebell pega su primera acometida poco más nos queda por hacer que dejarnos llevar por ese mastodóntico riff que Schenker ejecuta a la manera más alemana posible. 

Tras este ¿estribillo? volvemos a la calma y la belleza de la estrofa, sabiendo que nos espera otra descarga que nos dejará sin aliento. Y efectivamente, pasados unos minutos, nos volvemos a encontrar con Schenker a la carga de lo que parece más una ametralladora que una guitarra. Cortando absolutamente el viento producido por este huracán de guitarras nos encontramos a Meine dándole el mayor sentimiento posible a los versos más preciosistas que han cantado estos teutones:

Wait, can this be a dream
There is a voice in my head
It belongs to you, it say's
Don't cry, no need to be sad
There's a way to stay with you again
It's more than you ever had
And no death bring us apart
Our timeless love always grows
Because you are my other part

Mientras la voz de este pequeño gran hombre sigue girando a través del espacio y del tiempo, los dos guitarristas se van acercando poco a poco para ir formando una pequeña introducción de guitarras gemelas a través de la cual llegará una de las mayores explosiones de dinamita que ha podido crear cualquier grupo de rock. La forma que tiene Meine de ir haciendo crecer los últimos versos hasta hacerlos estallar como una supernova, dejando paso a uno de los solos de guitarra con mayor carga emocional que he podido escuchar en mi vida es algo que está al alcance sólo de seres de otro planeta. No puedo evitar la piel de gallina cada vez que escucho esta canción.

Por supuesto, después de un tema que está a la altura de Stairway to Heaven (y que venga alguien a discutírmelo) los teutones muy sabiamente buscan reducir la profundidad y nos ofrecen un tema enteramente compuesto por Roth, I've got to be free. Es una canción rockera y directa, con Meine en unos registros que creo que no volvería a practicar a lo largo de su carrera, completamente agudo y canalla. Un tema que para mí debe ser disfrutado completamente en directo, consumiendo toda la energía que desprende y liberándote de todas las preocupaciones (hoy estoy juguetón con las palabras).

No nos dan mucho respiro los alemanes para recomponernos el espíritu ya que la descarga de Roth da paso a The Riot of your Time, compuesto por ese núcleo duro que forman Meine y Schenker. Y es que hablando del Rey del Rock, uno de los ídolos más importantes para estos músicos, ya podíamos suponer que la emoción estaba servida. Comenzando al puro estilo Elvis con unas guitarras acústicas, la banda nos va introduciendo a través de unos pasajes cuasi fantasmagóricos (ojo al trabajo de canon por debajo de los riffs que se marca otra vez el amigo Roth). La nostalgia por esos años dorados que nos brindó el rock de los cincuenta y los sesenta es el leitmotiv de este tema que consigue la sublimación a través del solo de Roth, uno que crece de forma progresiva y sencilla representando todos esos músicos que dieron sentido al género que amamos.

The Sails of Charon viene de nuevo de la mano exclusiva de Uli Jon Roth y nos transporta de alguna manera a unos paisajes arabescos con uno de los riffs más impresionantes de todo el album. Por si fuera poco con ese riff inicial, el genio de las seis cuerdas nos inyecta en vena un solo de esos que sólo pueden materializarse mediante la mente de un completo chiflado, sin que ni siquiera Klaus haya soltado una sola nota a través de su garganta. El tema va evolucionando hacia un rock duro que bien podría haber creado un señor llamado Ritchie Blackmore, gracias a esa ambientación entre neoclásica y medieval. Y da paso a mi segunda preferencia en este disco. Y es que este tema lo tengo que reivindicar contra viento y marea. No es normal lo que estos alemanes consiguen hacer en esta canción. ¿La estás escuchando? ¿Sí? Vale, párala. Párala en el segundo 0:12. ¿Qué oyes ahí? ¡Efectivamente! Una guitarra funky, algo que podría haber sonado perfectamente en un disco de la Motown. Este Roth sin duda tenía un talento fuera de lo común. ¿Y qué me decís de la banda? ¿Cómo consiguen pasar de esos sonidos más cercanos al soul y el funk a unas de las creaciones más grandilocuentes de la historia del rock (gracias principalmente a esa voz de Meine que sube hasta el cielo y lo traspasa) en apenas dos minutos? Es algo que todavía no entiendo. Quizá nunca lo haga, pero poco importa. Disfrutadla, se lo merece.

Nos acercamos peligrosamente ya a la recta final del disco con las dos canciones más alejadas entre sí de todo el repertorio pero que curiosamente marcarán la carrera de los subsiguientes Scorpions. He's a woman, She's a man es un trallazo directo a la yugular que no deja lugar a contemplaciones y que nos muestra el rumbo de la dirección creativa que querían seguir Schenker y Meine. Tanto es así que sus siguientes discos están plagados de este tipo de torpedos (Coming Home, Dynamite, Bad Boys Running Wild, Lovedrive, Blackout...) aderezados todos ellos por las igualmente talentosas garras de Matthias Jabs, que entraría a la banda en el siguiente disco y continuaría hasta nuestros días. Por otro lado tenemos Born to touch your Feelings, un mega baladón de los Scorpions en todo su esplendor. Para mí, esta es la primera balada con la receta Scorpions, esas que les harían famosos en todo el mundo como unos maestros de este tipo de composición. Y cerrar un disco con una canción de este calibre, que poco o nada tiene que envidiar a otras más famosas de la banda como Still Loving You o Holiday como ya he repetido hasta la saciedad en este post, está a la altura sólo de seres de otro planeta.

Y si ellos cierran con esa canción, yo cierro con este disco mi pequeña trilogía sobre mi vuelta a los orígenes. Sobre una búsqueda algo más profunda de mí mismo. No sería la persona que soy hoy de no haber sido porque a mis trece años empecé a escuchar a Metallica, Led Zeppelin, Mago de Oz, Scorpions, Judas Priest, Iron Maiden, Extremoduro, Marea y tantísimos, tantísimos otros. Nunca podré agradecer lo suficiente todo lo que la música ha hecho por mí, pero espero que esto sirva como una pequeña y dulce introducción al caos.

Puedes ver aquí el resto de la trilogía:

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