La ley innata - Extremoduro


No me gustaban. No, es cierto, ante el desconocimiento -ese terrible aliado de la violencia- opté por lo más fácil, prejuzgar. Y todo lo que fuera Extremoduro lo denostaba porque era de ellos. Pero llegó un día, el día en que comprendes que la música, la buena música, no está limitada a un estilo o determinados grupos, en todos los estilos (o casi todos) hay buena música. Por ello llegué hasta ellos, además con una canción preciosa, 'Standby' del disco anterior a este 'Yo, minoría absoluta'. Tras esto me adentré más en su campo de acción y conseguí este disco, especial como pocos. El análisis que aquí haré sobre el disco será 'breve' en cuanto a las letras, ya que, con la experiencia sobre el mismo que me ocupó veinticinco páginas he decidido acortarlo para mayor facilidad lectora. Extremoduro saca este disco seis años después del último publicado 'Yo, minoría absoluta' con un cambio de estilo totalmente nuevo y para unos, acertado, para otros desastroso. Yo soy de los que piensan lo primero, evidentemente. Consta de seis partes que forman parte de una misma canción e historia, un concepto ya utilizado por el grupo en discos como 'Pedrá'. 

Empieza con 'Dulce introducción al caos'. El título de esta canción lo dice todo. En toda la historia intrínseca del disco encontramos elementos de esta 'pequeña' introducción. En ningún disco Extremoduro había empezado con algo tan 'dulce'. El primer riff -importante, quedaros con él ya que luego veremos algo muy interesante- a cargo de Uoho te hipnotiza y da paso a Robe y a su historia. Empieza contando como es el amor primerizo que mantiene, el amor se refleja en la 'Canción donde nunca pasa nada', el arbolito o el reloj que marca las horas. La canción comienza a endurecerse a medida que el relato cuenta los primeros valses del desamor. Musicalmente sigue la línea de algunos temas de 'Canciones prohibidas' como 'Golfa' o la citada anteriormente 'Standby'. Los violines toman importancia en esta megacomposición que te 'introduce' a ese pequeño y gran mundo caótico que es Extremoduro y su 'Ley Innata'. Los arpegios de Uoho te acarician, la voz de Robe es inusitadamente suave, como para acurrucarte. El neoclasicismo está por todas partes en esta canción, pero cuando más nos lo demuestran es en esa adaptación de la Cantata nº 147 de Johann Sebastian Bach en el minuto 4:00. Tras esto la caña habitual de Extremoduro se mete en la canción de tapadillo que enlazará a la perfección con el siguiente corte de la Suite: 'Primer movimiento: El sueño'. Como ya he avisado haré un pequeño análisis de la letras y la historia que se conjuga en ellas ya que tengo mi propia teoría al respecto. En esta introducción, como ya he dicho, vemos el amor y la ruptura, el desamor hecho cuerpo y mente y de como esa ruptura ha hecho que nada en su vida tenga sentido. 

En la segunda canción 'Primer movimiento: El sueño' encontramos un ritmo de canción muy inusual en ellos, y sobre todo, encontramos el enlace entre todo el disco, que aparece en diversas formas y sentidos en todas las canciones restantes. Os invito a que lo busquéis, aquí os lo pongo pero en los demás es trabajo vuestro. Empezaría sobre el minuto 1:20 y se compone de un determinado punteo de guitarra y unas frases de Robe ('Buscando mi destino, viviendo en diferido...'). Tras esta incursión en el metadisco nos encontramos con la parte pinkfloydiana del disco (influencia máxima de 'Dark Side of the Moon') quizá para denotar esa influencia de los sueños, de la bajada a los infiernos de la mente y la ambivalencia entre la realidad y el sueño. La canción, musicalmente hablando, es la más floja del disco -eso no quiere decir que lo sea en general- pero la historia que cuenta es vital para seguir con el mismo. Robe está completamente desesperado por la ruptura y confunde la realidad con sus sueños, ya no puede vivir tranquilo y su viaje hacia la locura acaba de comenzar.

Tras esto nos encontramos ante la mayor maravilla del disco 'Segundo movimiento: Lo de fuera' (título revelador por ver como se desarrolla la canción, dando a entender que habla del exterior de él, lo de 'fuera' de su persona). El comienzo está acompañado por un violín, una flauta y una guitarra, que se van incorporando 'in crescendo' nos transporta al mundo del protagonista de la historia, que ya no cree en nada ni nadie, pero intenta recuperarse. Los once minutos que dura no tienen desperdicio, en ninguna de sus formas. En este sentido, no tengo la capacidad para diferenciar los múltiples instrumentos pero sé que en el disco se llegan a tener hasta noventa y seis pistas. Con esto ya podemos imaginar la magnitud y complejidad que tiene esta megacanción. Las guitarras de Uoho son para enmarcar y ojo al bajo que tiene una diversidad increíble, con una importancia inusitada en un disco de Extremoduro. Los matices de la voz de Robe no tienen desperdicio y sin duda el batería ha mejorado muchísimo (o se le ha dado más libertad) desde el último disco ya que da el toque y ritmo perfecto a cada corte. La mezcla ecléctica de instrumentos que va creciendo durante toda la canción hace que no te des cuenta de que te están llevado a su terreno, a toda pastilla y sin frenos. Si te gusta esta canción estás perdido, como el mismo protagonista. Tras una primera parte más Extremoduro (aunque con toques clasicistas, sinfónicos o progresivos) nos encontramos con una línea que seguirán mucho más en su siguiente disco (ver 'Mi espíritu emperecedero') que empezaría sobre el minuto 4:10. Unas vetas de canción mucho más pausadas, más alegres si se me permite el registro y más románticas, aunque con matices de desamor ('vente a la sombra amor, que yo te espero, que tengo el corazón aquí con bien de hielo'). Uoho saca tras esto su solo más limpio y nos deleita con un tapping en perfecta armonía con la introducción de la canción.
Ahora pasamos a un registro mucho más íntimo, nos metemos de lleno en la mente del protagonista, con una guitarra que se basta y se sobra para ello, y así llegamos al punto álgido de la canción donde tendréis que buscar la conexión de la que os hablaba, y sobre todo dejaros llevar por la especie de rumba electrificada de Uoho que da paso al mejor trozo de todo el disco, tanto por la letra como por la música ('Sueño que empieza otra canción, vivo en el eco de su voz...'). Esto es el apocalipsis y nosotros lo presenciamos, estamos viendo como todo el mundo del protagonista se quema ('llegó el verano y asoló la primavera...') y se hace cenizas. Como todo lo que existe se funde en una intensa niebla y no podemos sino ver como se desgarra por dentro hasta que estalla y su cabeza no aguanta más y vuelve a repetir una y otra vez sus amarguras discutiendo consigo mismo y quedándose completamente desolado. La música va en aumento de intensidad y el grupo en la vida ha sonado mejor. 

En el 'Tercer movimiento: Lo de dentro' Robe se declara apátrida, como en toda su carrera, y nos cuenta cual es su auténtica bandera ('miente el carné de identidad, tu culo es mi localidad'). La violencia de esta canción casa perfectamente con la trayectoria de Extremoduro en general y nos muestra la cabeza, 'lo de dentro' de la mente de este hombre que es una guerra continua contra él y contra el mundo que le rodea. Aquí tengo que pararme y dar un aplauso al batería. En la vida este grupo había tenido un doble bombo de tal magnitud. Este hecho, y el ser la canción que más relación tiene con sus discos anteriores, sobre todo con 'Yo, minoría absoluta', hace que sea la canción más heavy que haya hecho Extremoduro en toda su trayectoria. Entre las guitarras cortantes y mastodónticas de Uoho (no sé ni cuantas llegan a sonar simultáneamente), el doble bombo, el bajo aporreando los oídos y Robe gritando como en los mejores tiempos la convierten en la canción más bestia del disco. La locura de su mente se va haciendo más pequeña a medida que avanza la canción, ha soltado toda la rabia que lleva dentro y poco a poco se va calmando, siente que puede tomar el control. Por ello la música se va relajando, suavizando y llegamos así a mi corte preferido del disco 'Cuarto movimiento: La realidad'.

Esta es una canción que sobrepasa los límites de la música, para mí como 'Wish you were here' de Pink Floyd. Una canción que regala paz, tranquilidad, con una banda en perfecta armonía, perfectamente ordenada, conjuntada con los instrumentos clásicos y con la mejor parte de la historia que cuenta el disco. Cuenta como su mente ha vuelto a la normalidad, ha salido de las tinieblas y se dirige hacia la luz, sabe que se volvió loco ('y me busco en la memoria el rincón donde perdí la razón...'), el porqué (hice un barquito de papel para irte a ver, se hundió por culpa del rocío', como una metáfora de su búsqueda -fallida- de la felicidad junto a ella) y se conciencia de que no la puede tener (y ahora que ya no hay nada ni dar...'). Uoho está simplemente perfecto en su función de la guitarra y el grupo entero te acoge en sus brazos para no soltarte. Incluso músicas tribales son capaces de meter aquí y la canción tiene una estructura perfecta. Pero llega el corte, la ruptura con esa tranquilidad y volvemos a la parte pinkfloydiana que ya apareció en 'El sueño' que simbolizaba su bajada a los infiernos, su 'Elogio de la locura' particular. Porque esto no ha acabado amigos, queda el epílogo.

'Coda flamenca (otra realidad)' es el final del disco en el que Robe se arranca por bulerías con más o menos acierto pero con una emoción increíble ya que nos cuenta el final de la historia, el desenlace de este 'cuento' de amor/desamor. Robe nos dice que ya no hay fuego, que está totalmente recuperado, que solo queda humo de ese amor perdido. Se muestra optimista, con ganas de seguir adelante pero no por nada hemos escuchado la bajada a los infiernos en la canción anterior. Se produce la ruptura definitiva con la realidad, se da por entero a la locura de ese amor y reniega de todo dicho anteriormente para declararse en amor con su amada ('y qué si me condeno por un beso')  e incluso lo compara con su misma vida ('y que si necesito respirar'). Por último, como si de un bucle eterno se tratara nos canta ('canta la de que el tiempo se parara...') citando así a la primera canción del disco, como diciendo que para él nada ha cambiado y que sin ella no puede vivir. El detalle final de acabar con el mismo riff con el que empieza no es sino una muestra del bucle formado en todo el disco, una forma de demostrarnos que la historia se puede repetir una y otra vez. 

Técnicamente este disco es apabullante, que puede no gustar a los fans más clásicos de Extremoduro (que gustan más por canciones directas y cortantes) pero con esto el grupo demuestra que la época cañera, rockera, alcanzó su cénit con 'Minoría absoluta' y por ello debían de buscar otros derroteros por los que adentrarse y acrecentar su música. Para mi, fue el acierto de su carrera y creo que este disco es el adecuado para entrar dentro del universo de Extremoduro si te gustan músicas complejas (clásica, jazz, progresivo, etc.) pero no si te gusta la música más directa, más orientada al corazón y no tanto a la cabeza, ya que para eso estarían 'Minoría' o 'Agila'. 

El mejor disco de Extremoduro, una obra maestra de la música y uno de los mejores cds del rock español. Compartiendo trono de mis discos favoritos. 

Análisis dedicado a Gemma por ser la ley innata que forma mis locuras y los desvelos de mi mente.


Miembros:
Roberto Iniesta - Voz y guitarra
Iñaki 'Uoho' Antón - Guitarra, órgano, productor.
Miguel Colino - Bajo
José Ignacio Cantera - Batería



Lateralus - Tool

 

Bien, este seguramente ha sido (y sea) el disco que más me ha costado analizar. Está claro que Tool no es un grupo fácil. Este disco posiblemente lo sea menos que cualquiera que hayan publicado en su limitada discografía. Sus canciones, muy largas en su mayoría (sin contar los interludios), tienen tiempos poco convencionales, dificiles para una primera -y segunda- escucha, como casi todo en su música. Todo eso es cierto.
No es un grupo para escuchar simplemente por oír algo, ni parece a primera vista que nada de lo que escuches en este disco te pueda llegar a enganchar o emocionar. Sigue siendo cierto; y sin embargo, no puedo sentir más que fascinación por esta banda y en especial, por este disco.
Empezó siendo como una piedra en el reproductor, no había forma de coger el punto de escucha. Pero habiendo leído tanto y tan bueno de este disco me dije que algo tenía que haber. Y vaya si lo sabía. Tras varios intentos el disco poco a poco me fue conquistando y no me ha soltado desde entonces. Una vez te metes (o consigues meterte) de lleno en el universo que crean en cada nueva grabación estos genios la cosa ya no tiene solución, quedarás atrapado.
El disco está plagado de curiosidades surgidas de los análisis fanáticos que gente como yo ha realizado. una de las más extendidas es la creencia de que el disco, al basarse en una fórmula extraída de la secuencia de Fibonacci debería escucharse como una especie de espiral (que la secuencia de Fibonacci forma). Por tanto el orden de las canciones estaría alterado, quedando este de la siguiente forma: 6, 7, 5, 8, 4, 9, 3, 10, 2, 11, 1, 12 ,13. A esta secuencia los fans la acabaron denominando 'The Lateralus Prophecy'. Por otro lado, al poner el elemento restante (la canción número 13) en el núcleo se formaría otro orden, que sería: 6, 7, 5, 8, 4, 9, 13, 1, 12, 2, 11, 3, 10; llamado esta vez 'The Holy Gift'. Curiosidades -incontables- aparte, lo importante de este disco son sus enormes, mastodónticas y trascendentales canciones.


El disco empieza con el sonido de una especie de ensamblamiento mecánico en 'The Grudge' para luego pasar a uno de esos ritmos totalmente fuera de lo común, un riff que se sale de los tiempos y un Maynard James Keenan que demuestra porqué solo él puede estar al frente de un grupo como Tool. Pero este es un grupo donde todos los instrumentos valen lo mismo y tienen el mismo peso, y sobre todo, un grupo que crea verdaderos infiernos para instrumentistas. Cada vez que escucho la batería solo de este tema se me cae el mundo encima. Y es que Tool realizan canciones largas, esta es un claro ejemplo de ello, dentro de discos largos per sé, pero esto no los hace pesados. Aquí no hay relleno, todos los trozos y partes tienen su sentido dentro del contexto del disco, no para crear ambiente, sino más bien un universo. El universo musical más controvertido del mundo. El grito de Maynard por el final de la canción es el punto álgido de la misma y no hace sino dar intensidad a una de las canciones de por sí más potentes del disco.
Enlazando de una manera increíble, sin apenas darte cuenta, 'The Grudge' con 'The Patient' está 'Eon Blue Apocalypse'. Una especie de interludio de apenas un minuto que sirve para tomar algo de aire después del terremoto que hemos pasado y el desierto que nos espera. Y es que 'The Patient', tercera canción del disco, es eso, un desierto rocoso que poco a poco va formando inmensas dunas para al final transformarse en una gigantesca tormenta de arena, en la que solo la voz de Maynard y los extraños arpegios de Adam Jones a la guitarra sirven de guía. Esta se irá extendiendo progresivamente para llegar a otro interludio, más espiritual y fantasmagórico esta vez. Lleva el título de 'Mantra' y sirve de introducción a otro cañonazo de estos genios, esta vez con la entrada a cargo de Justin Chancellor al bajo. 'Schism' tiene un video (os estoy dejando los nombres de las canciones con enlaces a Youtube para que no tengais que esperar a bajarlo) cuanto menos extraño, como todo en su conjunto. Y es que resulta curioso que una canción con semejante ritmo -bromeando, la banda incluso dijo que este tema tenía un tempo de 6,5/8- pueda llegar al nivel de popularidad que ha llegado a tener, pero es que en Tool, lo que toquen, por muy difícil que parezca, suena natural.
Esa es la mayor virtud del grupo, su naturalización de lo complejo. Los distintos puntos de la canción son evidentes, pero se caracteriza por sus pasajes más potentes en general.
Y así llegamos a la parte central, al núcleo de este gigantesco disco, formado por el tándem que constituyen 'Parabol' y 'Parabola' del cual os adjunto solamente un video ya que van unidas, y escucharlas separadas es como leí alguna vez, un coitus interruptus. Esta vinculación entre las dos canciones es para enseñar el Ying y el Yang, el cielo y el infierno de este disco, la calma y la tempestad. El enlace perfecto entre estos temas hace que sea incluso más impresionante el cambio de registro que forman. La sencillez con la que Maynard -y toda la banda- puede cambiar de estar susurrando suavemente a desatar toda una revolución es sobrecogedora. Pero eso sí, nada comparado con lo que viene a continuación.
Una canción que según se dice fue la última en grabarse del disco por los gritos que Keenan propina en el propio tema, por lo que quedo afónico varias semanas. Y no es para menos, en 'Ticks & Leeches' parece que Maynard se desgarre la garganta literalmente mientras canta. Eso sí, vale la pena. Queda una canción furiosa, potentísima, donde todo el grupo lo acompaña en esa agresividad y estructurada como pocas canciones he oído en mi vida. Un estribillo -aunque no sean muy amigos de ellos- completamente fabuloso da paso en un momento determinado a un fragmento pausado. No os dejeis engañar, tan solo es el ojo del huracán, pues tras esto se desatará toda la fuerza y garra que caracterizan a esta canción. Una batería demencial que acompaña a una guitarra y un bajo completamente inhumanos, dan paso a un Maynard en toda su plenitud. Increíble e imprescindible.
Tras esta fuerza descontrolada empieza 'Lateralus' (os recomiendo encarecidamente este video, donde explican todas las curiosidades encontradas de la serie de Fibonacci en la canción, además de su significado y letra) de una forma calmada pero contínua que, tras un prefacio más eléctrico, quedarán solos voz y batería para que los otros instrumentos vayan incorporándose poco a poco hasta llegar al estribillo. Después de un pequeño solo de bajo el grupo vuelve a ese estado de tranquilidad que irá in crescendo, hasta convertirse en otro de los cañones que forman el galeón que constituye este disco.
Una canción como la que contnúa sin duda es algo digno de mención. Y es que 'Disposition' relajaría hasta a un zombie de '28 días después'. Aunque eso sí, aquí, y sin que sirva de precedente, Tool me recuerdan mucho a los grandísimos Black Sabbath con su 'Planet Caravan'. Está claro que no se parece en la música (notas, tempos y demás) pero sí en su estructura y sobre todo en su forma. En cualquier caso una gran canción. Con un enlace prácticamente perfecto -a cargo del monstruoso batería Danny Carey- llega 'Reflection', una canción que sigue la línea de su anterior pero ampliándola a límites insanos, con unos ritmos hipnóticos que te sumergen en lo que bien podría ser una sesión de yoga relajante con una buena dosis de psicotrópicos, pero sin dejar de lado ese toque potente que utilizan siempre de forma progresiva.

Por último, el final constituido por las instrumentales 'Triad' y -si se puede llamar instrumental- 'Faaip de Oiad' (que significa Voz de Dios en el idioma enoquiano) resulta desquiciante, sobre todo debido a este último corte. 'Triad' me suena a una suerte de mezcla de todo el disco que ya ha sonado, pero con ingredientes nuevos, una maravilla musical. Mientras que 'Faaip de Oiad' constituye un corte donde la voz que se escuche corresponde a un llamante del programa americano de radio Art Bell's donde este aseguraba trabajar para el Area 51. El texto que relata lo podeis encontrar en el propio video de Youtube adjuntado. Una excentricidad de genio que tiene todo el sentido del mundo dentro de este disco, ya que habla de la espiritualidad humana, de como nos comportamos y de la existencialidad.

Este disco forma uno de los ejemplos más grandiosos de lo que el rock, junto con otras disciplinas, nos puede aportar. Porque todo lo que se mezcle bien, puede aportar algo novedoso y grande para la música (y para todo en general). Se convierte por tanto en uno de mis candidatos a disco de la década pasada, y uno de mis cinco favoritos de todos los tiempos. Un disco que completa cualquier colección melómana.

Un disco para escuchar y no oír.

Miembros:
Maynard James Keenan - Voz y teclados.
Adam Jones - Guitarra eléctrica.
Justin Chancellor - Bajo eléctrico.
Danny Carey - Batería y percusiones.

Lost in the Translation - Jeff Scott Soto



Descubrí a este grandísimo cantante melódico gracias a este disco, y en especial a una canción que luego diré, que venía en un sampler de la desaparecida revista 'Very Metal', y la verdad es que cuanto más lo escucho, más me gusta. La carrera de este cantante como vocalista de sesión no tiene desperdicio (Yngwie Malsteem, Axel Rudi Pell, Talisman...) pero con discos como este no le hace falta unirse a ningún grupo para demostrar su valía. Y habla alguien al que el hard rock es uno de los estilos que menos me suele gustar. Pero vayamos a lo importante.

Empieza el disco con 'Believe in me', un hard rock melódico del más alto nivel. Un ritmo muy rápido y unas melodías perfectas completan el tema. Sin duda este cantante demuestra estar a otro nivel de lo que suele ser el estilo melódico con este tema. El disco continúa con 'Soul Divine', una canción con un riff que se te queda pegado, por no hablar de su estribillo. Te guste o no, si lo oyes vas a estar cantando todo el día este estribillo. Una vez más demostrando un nivel muy alto en las melodías, y con unos músicos acompañantes que no son simples mercenarios, sino que muestran un gran talento también.
Tras esto viene un corte de faceta más heavy 'Drowning' en el que el riff me recuerda -mutatis mutandis- a los del gran Zack Wylde con el Madman. Como en todo el disco, las voces están cuidadísimas, y con ese toque más duro de la guitarra podrá gustar tanto a heavys como amantes del AOR. Le sigue 'If this is the end' que tiene la propiedad de sonar como una gran balada hardrockera clásica (tipo Scorpions o Whitesnake) pero a la vez sonar actual y fresca. Esto, más la grandiosa voz de este hombre hacen de ella una canción preciosa, altamente recomendable.
El tema-título del álbum 'Lost in the translation' (que nada tiene que ver con la película Lost in translation de Sofia Coppola) me suena y siempre me ha sonado a Guns N' Roses, a los más macarras y hardrockeros (como en temas tipo 'Welcome to the Jungle' o 'You could be mine') y por tanto, también me encanta. La verdad es que pocas canciones de este disco me disgustan. Quizá sea la siguiente a este tema, 'Doin' Time', la única (junto con otra) que consigue bajar la nota de este elaboradísimo trabajo, ya que no consigue emocionarme como las demás. Eso sí, el solo es de lo mejorcito.
Pero para redimirse Jeff mete aquí un tema digno de los más grandes, sin exagerar en ningún momento. Por que 'High time' es un tema totalmente impresionante. Rápido, con unas melodías pegadizas, perfectas en su conjunto, con un grupo totalmente armonizado y con un estribillo capaz de poner la carne de gallina a cualquiera. Una de esas canciones que a mi me animan cualquier día. A resaltar el solo también (y la parte vocal introductoria del mismo) que es alegre como pocas, que me recuerda, ganando velocidad y modernidad, a ese solo de 'Celebration day' del III de Led Zeppelin. Una gozada absoluta de canción.
'Beggining to end' es otra balada, esta vez con un piano de acompañamiento al principio, para luego entrar toda la banda. La melodía es la más preciosista del álbum, sobre todo en el estribillo. Bellísima.

'Find our way' es la canción con la que descubrí, hará ocho años este disco y sobre todo, a este grandísimo intérprete. Y por mucho tiempo que haya pasado, y por muchas veces que haya sonado en mi reproductor, no me canso de escucharla nunca. Es prácticamente el ejemplo perfecto de lo que debe ser el Hard rock melódico. Un estribillo totalmente pegadizo, alegre, armónico, unos riffs que son una delicia, una batería sencilla pero efectiva. En definitiva, junto a 'High time', mi preferida del disco.
'On my own' es la otra canción que baja la nota de este disco. Un corte más heavy, en la línea de 'Drowning' pero sin la garra de aquel.
Para cerrar el álbum (sin contar el bonus 'Dulce Lady') tenemos la preciosa 'Sacred eyes'. Se trata de un medio tiempo acústico genial que uno no quiere que acabe. Una de esas canciones que pueden gustar a cualquiera, aunque sea amante del pop.


Miembros:
Jeff Scott Soto - Voz, bajo y teclados
Howie Simon - Guitarra
Neal Schon (Journey) - Guitarra
Glen Sobel - Batería
Gary Schutt - Guitarra

Thick as a Brick - Jethro Tull



Este disco de Jethro Tull inauguraba una de las prácticas que más tarde se harían habituales dentro del rock y metal progresivo: el disco total. Con un cuerpo constituyente formado por una sola canción, en este caso dividida en dos partes de más de 20 min. cada una. Y es que aquí el grupo pensó en hacer como Cervantes, en una analogía con las novelas caballerescas, con el rock progresivo de la época. Cansados de la enormidad y, cada vez más, de la complejidad de las composiciones de grupos como Emerson, Lake & Palmer o Yes, Jethro Tull decidieron grabar este 'Thick as a Brick' que, hasta con el título denota esa crítica (algo así como denso como una piedra).
El rock progresivo subió tras este disco (con discos como 'Selling England by the Pound' de Genesis, o Red de King Crimson) pero en general cayó en un largo declive hasta hace poco, donde los sonidos más clásicos han revivido gracias a grupos como Dream Theater, Opeth o Leprous.
Con el propósito mencionado, el grupo creó algo más grande, complejo y elaborado que sus compañeros progresivos, y la verdad es que el disco les quedó completamente redondo.

Empieza con un tono muy folkie, con una guitarra acústica y la voz y flauta de Anderson dando ese toque celta y va derivando poco a poco, a través de un endurecimiento del tono de la guitarra a la entrada de todo el conjunto. La batería entra velozmente, mientras la melodía vocal demuestra una gran versatilidad. A partir de aquí la presencia de sintetizadores y teclados será una constante del disco, haciendo que tenga un sonido más progresivo. Tras un ritmo que se queda grabado en la cabeza por parte de la batería y de la guitarra principalmente, llega una deceleración del tempo haciendo que todo suene mucho más épico. Cuando Anderson vuelve a cantar el tono de la canción ha cambiado por completo. Todo esto con una continuidad enorme que no hace sino demostrar que esto es más una suite, una sinfonía y no una serie de canciones pegadas.
Tras esto vendrá una parte instrumental con partes muy rápidas y muy bien desarrollada, y una vuelta a la melodía anterior y, de verdad que cuando Anderson canta eso de 'he challenges the son who puts him to the run' se me pone la carne gallina. Eso sí, no será la última en este disco.
La parte posterior a esto empieza con un ritmo del sintetizador totalmente adictivo, cuando lo escuchéis sabréis a lo que refiero.
Tras una gran parte instrumental basada en este ritmo la guitarra vuelve al ritmo inicial para hacer una de las partes más bellas del disco y dar paso a otra que suena con un gran vigor en la voz de Anderson ('I see you shuffle in the courtroom with...'). Así, sin darnos cuenta, llegaríamos a la segunda parte de este monumental trabajo, donde se demuestran las capacidades técnicas de los instrumentistas, sobre todo de Barriemore Barlow y acabar en un pequeño caos interno, como una parodia otra vez de los discos nombrados y como corte entre dos mundos. Tras ello se entraría de lleno otra vez en el terreno folk-acústico inicial con unas melodías preciosas. El tono más épico-sinfónico (que muchos que dicen practicar este género deberían escuchar) llega tras esto con Anderson cantando al sol eso de 'Do you believe in the day?' a lo que acompaña la parte menos inspirada del disco (en lo que a melodía vocal se refiere) en eso de 'So c'mon young men...' que es la antesala de un extraño cambio (como si de una puerta astral se tratara) donde retornan a la parte inicial, algo cambiada, para ir de alguna manera, hacia atrás, hasta terminar con la parte que daba comienzo a la melodía vocal de este fantástico e irrepetible disco, con un Anderson nostálgico y melancólico pronunciando eso de 'to be thick...as a brick'.

En definitiva un disco clave en la historia del rock progresivo, del folk, del celta y de lo que se lo ponga por delante. De esos discos que pase el tiempo que pase siguen sonando frescos y actuales. Imprescindible.

Miembros:
Ian Anderson - guitarra acústico, flauta, violín, saxofón, trompeta.
Martin Barre - guitarra y laúd.
John Evan - piano, órgano y clave.
Barriemore Barlow - batería, percusión y timbal.
Jeffrey Hammond-Hammond - bajo y coros.